lunes, 14 de diciembre de 2015

¿QUIÉN PODRÍA CRITICAR A LA IGLESIA?

            Pues todo el que lo quiera hacer ya que el criticar es lo que mejor se nos da, es lo más barato, vulgar, irresponsable y a veces lo más dañino.

         Como creo que nadie se atrevería a CRITICAR a cualquier madre  

         Que únicamente deseara y manifestara que todos  hijos fueran buenos, honrados, trabajadores, cariñosos, inteligentes religiosos

 Que se llevaran bien con los hermanos, que atendieran a sus padres, que no cayeran en la droga ni en la promiscuidad sexual,

 Que no quedaran embarazadas y mucho menos que abortaran, que pudieran recibir una educación que les ayudara a conseguir todas estas virtudes y que tuvieran  la suerte de ser gobernados por personas honradas, inteligentes, religiosas y que sobre todo lo hicieran  para el bien común de todos.

¿Quién se atrevería a criticarla y no por lo de utópico que tienen sus deseos, sino porque irían en contra de la política deshumanizada y partidista de un gobierno que pondría en peligro a sus hijos para conseguir algo de esa utopía que ella desea y tiene derecho a que se les respete?

¿Quién tendría derecho a criticar a la Iglesia, que es la que desea todas estas cosas para sus hijos, puesto que es madre de todos  los creyentes y no creyentes?

Dada la libertad de  expresión, todo el mundo puede hacer críticas y si son constructivas, no sólo puede, sino que debe.

Una crítica cuando es un insulto y una amenaza, como las se están pronunciando en contra de la Iglesia: “Arderéis como en el 36”, tal expresión en como un enaltecimiento del terrorismo.

A la Iglesia o más bien a sus componentes, se les puede criticar cuando sus comportamientos o trato con los demás no estén de acuerdo con lo que la Iglesia enseña y ellos predican.

La Iglesia enseña y propone; pero jamás impone, por lo tanto deja plena libertad.

El que no la quiera seguir, allá él; pero nunca le dará derecho a critica y mucho  menos amenazar o intentar matar.


El hecho de que sea muy difícil conseguir lo perfecto, no por eso, se debe santificar y dar por bueno, lo que intrínsicamente es malo y perjudicial para el individuo y la sociedad.

Hay que reconocer que para un pastor es más cómodo y fácil  sentarse a la bartola y dejar que el ganado se meta en sembrados donde  no debe, que estar pendiente y llevarlo controlado para bien del ganado y de los campos.

Se debe aspirar siempre a lo perfecto y, al menos, trabajar para ello, porque  inevitablemente vendrá el tío Paco con la rebaja.

 Si nos predican y nos gobiernan sin principios morales y religiosos y por lo tanto en la mediocridad, acabaremos en lo rastrero.

Con esto no se llega a ninguna parte y nunca seremos una nación próspera.


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