“Y
el que creyere y fuere bautizado, se salvará, mas el que no creyere se
condenará”.
Así
de claro y contundente lo ordenó Jesucristo porque efectivamente, el que no
CREA ni QUIERA bautizarse, se estará condenando así mismo ya rechazaría un
premio muy importante y para toda la vida.
Dios
a nadie obliga a SALVARSE.
Y
a los que no se les haya predicado el Evangelio ni bautizados ¿Se condenarán?
Sólo Dios lo sabe.
Como
todos, creyentes o no creyentes, somos hijos de Dios, tenemos derecho a que Dios
no nos deje de su mano, siempre que no se la rechacemos para transgredir, al menos, las leyes
naturales del bien y del mal.
Jesucristo dijo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”.
Si los que no hayan oído la PREDICACIÓN ni,
recibido el BAUTISMO, tuvieran la posibilidad de entrar en alguna de esas
MUCHAS MORADAS, no haría falta cumplir el mandato de ID POR TODO EL MUNDO…
porque todos, mal que bien, tendrían su morada.
Aquí en la tierra siempre habrá ricos y pobres y la lucha
permanente es conseguir erradicar el hambre y que los pobres vivan en mejores
condiciones, aunque, muchas veces, esos deseos no son tan limpios y altruistas.
La
Iglesia quiere que TODOS conozcan y acepten voluntariamente que
Dios es un PADRE amoroso y que Jesucristo siendo Dios se hizo HOMBRE dando su
vida para darnos a TODOS una Vida mejor ETERNAMENTE sin buscar ninguna otra
contrapartida.
Para
que la PREDICACIÓN
del Misionero cale hondo en los que le escuchen tendrá que llevar muy dentro a
Jesucristo, a la Virgen,
y ser un HOMBRE de DIOS porque lo que sale de un corazón ENDIOSADO convence y
convierte.
Con
esa PREDICADIÓN y al BAUTIZARSE recibirán la ayuda necesaria para cumplir esa
leyes naturales ineludibles y otras más que los harán más cultos, más
humanamente perfectos, más felices aun en este mundo y sobre todo se
podrán ganar, al menos, una habitación
en la muchas MORADAS de ALLA ARRIBA.
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