En este mundo cuanto más
poderoso e importante es una persona necesita de más
gente a su servicio y, si es un gran empresario, no puede prescindir de
directores, asesores, colaboradores, empleados y trabajadores.
Unos
padres de familia, por muchos hijos que tengan o inútil que alguno sea, no
saben ni quieren ni pueden prescindir de ninguno.
Dios
que es infinitamente poderoso y que todo cuanto existe en el cielo y en la
tierra ha salido de sus manos y que lo tiene todo, no debería necesitar de nada
ni de nadie.
Pero en su obra MAESTRA ha preferido nuestra
colaboración en la procreación, sin la cual la vida humana no existiría.
Es el gran don con el que nos hace semejantes
a EL, porque nos convierte en creadores
con minúscula.
Todo ser humano que nace se convierte en hijo
de Dios, y por lo tanto, necesitado y querido por Dios.
También
necesita de nosotros para la conservación del planeta en que vivimos. Si no
hubiéramos perdido el Paraíso, posiblemente ahora estaríamos libres del miedo
al cambio climático y a las catástrofes
naturales.
El remedio de todos estos
males los ha dejado en nuestras manos para que nos sintamos imprescindibles y
así eleva nuestra categoría hasta tal punto que puede llegar el momento en que
podamos evitar los terremotos, huracanes, inundaciones etc, como hemos
conseguido transgredir las leyes de la gravedad y mantener en el aire sin que
se caigan esos mastodontes de aviones.
¿Cuándo se producirá todo eso? Dios que es
eterno y no tiene prisa y a la humanidad le queda mucho tiempo para avanzar, lo
conseguirá.
Dios sabe en quien confía y
por eso delega.
¿Cuántos, por desgracia, en
los que Dios ha confiado y delegado, legislan y gobiernan contra Dios?
Por
muy inútil que uno se sienta en este mundo, tenga la seguridad de que Dios le
necesita y le ama. Así lo ha querido porque Dios obra a lo Dios y no a lo
humano.
Nosotros, también a lo humano, sabemos
apreciar, querer y necesitar más a un familiar aun cuando no está dotado como
los demás.
Puedo decir que en mí familia,en el que yo soy el último y viviente
de doce hermanos, había una hermana menos dotada que los demás, a quien todos
queríamos con un cariño especial, fue la que asistió a mi madre que murió
después de cinco años postrada en una cama.
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