lunes, 17 de agosto de 2015

VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS FATIGADOS Y CARGADOS, QUE YO OS ALIVIARÉ


         Y tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera.”

         ¿Quién hubiera podido decir y prometer, por muy poderoso que fuere y no ser considerado como un loco presuntuoso?

         Pues aunque Jesucristo, como Dios podría habernos dicho SUPRIMIRÉ en lugar de ALIVIARÉ, no lo hizo para que no olvidemos que somos unos exiliados de Dios y por lo tanto unos peregrinos inmigrantes que si queremos alcanzar la CASA del PADRE, lo tendremos que hacer con el sudor de nuestra frente, CAMINANDO de la mano de Jesucristo, siempre que le demos la  nuestra para sentir su calor

         Caminante, caminando
         por calles y por campos.

         Busco a Dios
         y no lo hallo.

         Tropiezo con las piedras del camino
         con el peatón
         me voy dando codazos.

         La lluvia
me moja de nostalgia.

El Sol
me da esperanza.

La luna
ilumina mis noches negras

El árbol
me da su sombra.

La flor
despierta mis primaveras.

El llanto del niño
me deprime.

La injusticia del poderoso
me subleva

El dolor
          me angustia.

         El placer
         me embriaga.

         A todos hago
         mi pregunta,
         me miran…
y como si nada

Clavan sus silencios allá
muy allá…
en el fondo del alma
                               
Gota a gota
van tomando
una imagen
que debe ser
la de Dios

Por que
ni la siento
ni la intuyo
ni la veo.

Sólo sé que allí
ha quedado un hueco
por donde
debo seguir buscando
y esperando
encontrarme
a Dios de cara.

En mi mano
encerrada llevo la vida
para cuando encuentre
a Dios, regalársela.

La vida me sobra,
porque me rebosa
la esperanza.

No me regañes, Señor
si en mi puño
tengo tu vida encerrada.

Me da miedo
que me domine
por eso aquí la tengo apretada.

Si me das una vida más larga
aquí tienes mi mano,
ábrela con cuidado.

Dentro hay una flor muy extraña,
si la riegas mucho,
sus hojas me aplastan,
si no la riegas
sus raíces me devoran las entrañas.

No sé qué hacer con ellas,
tanto miedo me da retenerlas
como tirarlas

ponla, Señor en tus manos
trázame TÚ el camino
y lo seguiré por valles, mares y  montañas.

No hay vida más limpia
que la del caminante
que caminando
TE ANDA SIEMPRE BUSCANDO




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