Esto es lo que dijo nuestro insigne Don Miguel de Unamuno,
pero antes de saber cómo lo dijo; conozcamos el origen del Rosario.
“La Virgen María se apareció a Santo Domingo de Guzmán en
una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) el año 1.208, con un rosario
en la mano y allí mismo le pidió que predicara a los hombres la bondad de rezar
el rosario cada día.
El Santo se lo enseñó a los soldados del ejército que
lideraba Simón IV de Monfort y gracias a ello venció en la batalla de Muret.
Monfort rápidamente erigió la primera capilla
que llevó el nombre de la
Virgen del Rosario.
Posteriormente, ya en el siglo XVI, el Papa Pío V instauró
su fiesta el 7 de Octubre, aniversario de la batalla de Lepanto, denominándola
también Nuestra Señora de las Victorias.
León XIII le dedicó una encíclica tan fervorosa que se ganó
el sobrenombre de “el Papa del Rosario”.
En sus apariciones en Lourdes (1858) y en Fátima (1917), la Virgen volvió a pedir que se
rezara el rosario y Juan Pablo II manifestó que era su oración preferida.
La batalla de Lepanto se celebró el 7 de Octubre de 1571. En
ella, la Cristiandad
en una Liga Santa que reunió a España, Venecia, Génova y la
Santa Sede , venció al entonces superpoderosa
flota turca-otomana y quedó dueña del Mediterráneo. El jefe victorioso de
aquella jornada fue Juan de Austria.
Don Miguel de Unamuno dejó escrita en su magnífica obra
póstuma “Diario íntimo” las frases más bellas sobre la Madre de Dios:
“Pasan imperios, teorías, glorías, mundos enteros, y quedan
en entera calma la eterna Virginidad y la Eterna Maternidad, el misterio de la
pureza y el misterio de fecundidad.
He llegado hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginar un
mmundo sin Dios; pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen
María.
En momentos de apuros se me escapaba maquinalmente del pecho
la exclamación: Madre de Misericordia, favoréceme. Racionalicé la fe.
La oración es la única fuente de la posible comprensión del
misterio.
Rosario. Rezar meditando los misterios.
No utilizarlos ni escudriñarlos sobre los libros, sino
meditarlos de rodillas y rezando. Este es el camino.
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