sábado, 23 de mayo de 2009

LA SEXTA MARAVILLA DE DIOS

La primera fue la creación del firmamento con sus millones de galaxias que pueblan el cielo, y que se desplazan a velocidades vertiginosas sin que lleguen a chocar.

La segunda, la creación de los inmensos mares con todo cuanto encierra en sus profundidades. Tres cuartas partes de la tierra es mar.

La tercera, la creación de la tierra con sus incontables diversidades en flora, fauna, montes y valles.

La cuarta, la creación del ser humano, tan distintos y diversos. No existen dos seres iguales, lo demuestran sus huellas digitales.

La quinta, la Encarnación del mismo Dios a través de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, con su Vida, Pasión y Muerte.

Si ante cualquier maravilla que contemplamos aquí en la tierra, nos quedamos perplejos y no salimos de nuestro asombro por su misterio, ¿Cuánto más ante el modo en que Dios quiso manifestarse y redimirnos?

Lo hizo a lo más pobre y abyecto. A nadie se le hubiera ocurrido hacerlo así. Por eso Dios que crea maravillas a lo más grande y a lo más pequeño y humilde.

La sexta, la más insospechada. La que rompía todos los moldes, fue el que un ser de nuestra naturaleza pudiera llegar a ser la Madre de Dios y Corredentora con Jesucristo.

Sin ella no podemos llegar a Dios. Dice un refrán que el que no tiene padrino, no se bautiza y el que no tiene una recomendación, difícilmente encuentra un trabajo. La Santísima Virgen es nuestra madrina.

Hace tiempo me contaron la siguiente historieta:

San Pedro estaba de portero en el Cielo y apenas dejaba entrar a nadie, porque era muy riguroso; pero al abandonar la portería por unos momentos, vio al volver, que se habían colado muchos.

¿Por qué se te han colado todos estos? – le preguntó Dios.

- Señor, ha sido vuestra Madre que en mi ausencia se ha quedado de portera.Y es que para una madre, ningún hijo es malo, aunque le haga sufrir.

Procuremos nosotros no hacer sufrir a la Santísima Virgen y tengamos la seguridad de que será nuestra madrina en el Cielo.

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