Una vereda, que serpea extensos pinares, conduce a un agreste paraje, donde las aguas ventisqueras estrenan garganta y los picachos contemplan, de lejos, impávidos desde su atalaya, la soledad de una casita con su majada.
Un pastorcillo desciende de las montañas con su perro, sus cabras y el frío que le viene pisando los talones. Ardillero se cuela detrás y se sienta en sus patas traseras junto al rescoldo de la chimenea y con la lengua colgando no pierde de vista a su pastorcillo que anda preparando la cena."Vaya vida perra que nos chupamos los dos" - dice el pastorcillo al tiempo que le echa algo de su comida al perro.
La noche juntó el cielo con la tierra y el frío se tumbo en los campos. Dentro de la casita, la luz tenue del fuego y un pastor cincelado a golpe de ilusión y soledad. El valle enfurecido al sentir encima el peso del frío y de la noche, desencadenó una tormenta y como llovido del cielo, aparecía y desaparecía con el relámpago un hombre que se acercaba a la casita. El perro ladró, la puerta golpeada chirrió al ser empujada y el agua y el frío se colaron de cara.
-¿Hay cobijo para un viejo calado?
- Donde cabe uno, mejor dos "fuera la soledad" arrímese aquí - dijo el pastorcillo amontonado leña y soplando el rescoldo.
Amaneció un sol que jugaba al esconder con las nubes. El juego despertó al perro y a las cabras. El campo bostezó y se llenó de trinos. Pastor y desconocido se vieron bien las caras, se observaron profundamente y congeniaron.
-¿Qué tiene en ese maletín?
- Un Stradivarius - al tiempo que lo sacaba con mucho mimo y se lo colocaba con rito, casi sagrado, entre barbilla y hombro.
- Yo también sé tocar - dijo cogiendo el caramillo - pero me gusta más eso.
- Si quieres, yo te puedo enseñar.
- Quiero aprender cuanto me enseñe. La soledad me ha reventado el alma de ambiciones. ¿Cómo deja el mundo que yo ambiciono y se viene al mío que desprecio?
- Eso es el mundo. Unos van y otros vienen. Muy pocos saben de dónde vienen y a dónde van. Unos suben y otros bajan. Saber subir sin soberbia y bajar sin caer, es lo que importa. Un día me quise ir como tú y me fui. Ahora vuelvo. Para volver, necesariamente hay que ir. Merece la pena arriesgarse. La vida es eso, riesgo. Ya lo verás. Lo tienes que ver y vivir tú. Será tu vida, no la mía. Ni tú me puedes empujar nuevamente, ni yo retenerte. La vida que es maravillosa y única la de cada uno es de nuestra exclusiva propiedad; pero recuerda que la de aquí abajo es un PARÉNTESIS.
Durante años compartieron soledad-ilusión, enseñanza-aprendizaje, fantasía-experiencia, ímpetu-calma, sabiduría-ignorancia, coraje-madurez, vejez-juventud.
De este amasijo salió un pastor con el bagaje de arte y conocimientos suficientes para enfrentarse a un mundo nuevo, desconocido y dispuesto a estrenar nueva vida.
A la puerta de la casita se quedó un día el viejo mirando al pastorcillo, con el maletín del stradivarius, alejarse por la vereda, cabalgando en su ilusión y pensando: “ Qué bonito ver partir de nuevo la propia ilusión y al mismo tiempo sentir ya el descanso del retorno.”
Ir y volver sin moverse y no obstante vivir. Qué descanso tener ya casi vivida la vida. Cuánta ilusión, cuánta nostalgia. Eso es la vida.
jueves, 28 de mayo de 2009
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