sábado, 16 de mayo de 2009

¿CON QUÉ SOMOS MÁS FELICES?

Si se presentara una jovencita en una tertulia de cualquier canal de televisión y al preguntarle con qué era más feliz y dijera: “Soy más feliz con mi crucifijo que una reina en su trono”.

Más de uno de los contertulios sonreiría burlonamente y algunos, hasta se marcharía y en muchas casas se cambiaría de canal.

Esto demostraría lo obligados y acostumbrados que estamos a hablar solamente de lo que es políticamente correcto y lo carroñeros que nos estamos haciendo, yo el primero, cuando nos chupamos la telebasura.

Esta frase la pronunció Santa Berdardete Soubirousy, a quien se le apareció en Lourdes, la Santísima Virgen.

¿Por qué se le apareció la Virgen a ella y no, por ejemplo, al Papa, o a cualquier famoso conocido por todo el mundo?. Sencillamente porque nadie los creería y porque Dios siempre se vale de lo pequeño para hacer lo grande.

Bernarda Soubirous nació en 1.844 en Lourdes, hija de una familia de molineros que vivían prácticamente en la miseria. Era la mayor de cuatro hermanos. La alimentación deficiente y el duro clima de la comarca, minaron su salud y desde los diez años sufría frecuentes ataques de asma y pronto fue atacada por la tuberculosis. No pudo ir a la escuela ni a la catequesis, y a los catorce años no sabía ni leer ni escribir. Sólo recitaba sus oraciones y rezaba el rosario que había aprendido de sus padres.

Un día, acompañada de su hermana y una amiga, salió al monte cercano al pueblecito pirenaico de Lourdes, en busca de leña.

De repente, emergiendo del silencio, estalla un fragor sobre la concavidad de una roca. Bernarda mira asustada, y ve algo insólito: Una jovencita de su misma estatura, de rostro angelical, vestida toda de blanco, ceñida por una banda azul, cubierta con un velo resplandeciente y adornadas sus manos por un hermoso rosario. Nada dice.

Después de diecisiete nuevas apariciones, dice ser la Inmaculada Concepción y expresa su deseo de que, junto a la gruta, sea levantada una capilla y que los fieles acudan a ella. Le confió su mensaje de oración y penitencia por los pecados. Le pidió también que rogase a los sacerdotes que acudiesen allí en procesión. También que no sería feliz en este mundo, sino en el otro.

¿Por qué la Virgen, en casi todas sus apariciones, lleva un rosario en las manos, si como es natural, no se lo va a rezar para ella misma? Posiblemente sea, porque como en realidad el rosario, fundamentalmente, es un recorrido mental de la vida de su Hijo en la tierra, todo eso lo tiene muy presente y quiere que los cristianos hagamos lo mismo.

¿Quién no tiene al día, un rato, para rezar el rosario, esté donde esté, si no puede ir a la iglesia?. Cuando lo haga, sepa que lo más importante no son las Ave Marías, sino que medite un poco el pasaje del Misterio. Si se reza pensando en mil cosas, le servirá de poco y le aburrirá.

Santa Bernardete murió el 11 de Diciembre de 1.879 después de haber vivido como monja de las Hermanas de la Caridad, trabajando en los más humildes menesteres del convento, consumada por la tuberculosis, presa de gran sufrimiento y abrazada a la Cruz, diciendo que: ERA MÁS FELIZ CON SU CRUCIFIJO que una reina en su trono.

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