sábado, 9 de mayo de 2009

¡¡QUÉ TRABAJO NOS MANDA EL SEÑOR!! “LEVANTARSE Y VOLVERSE ACOSTAR”

Han existido, por desgracia, muchos individuos, unos porque han disfrutado a tope de la vida, lo han tenido todo y en la creencia de que ya no les quedaba otro camino que recorrer, se han lanzado al abismo.

Otros, al verse arruinados de la noche a la mañana y atenazados por el miedo al fracaso y cobardes al tener que acostarse y levantarse sin ser capaces de afrontar una vida nueva, han preferida no levantarse.

Los ha habido que han robado, matado y hecho tanto daño que, abrumados por el peso de tanta culpa y maldad e ignorando o no teniendo sensibilidad para sentir arrepentimiento o no queriendo pedir perdón y pagar su culpa en este mundo, han preferido coger el camino más corto, fácil y han cortado por lo sano, que en este caso habría sido el más mortífero y menos saludable para lo que le espera.

Quienes al acostarse, están deseando levantarse porque la soledad de la noche les angustia, sepan que no están solos, Dios sigue a su lado, aunque es de noche.

Los que se levantan, malhumorados y estresados por los problemas que le esperan, tengan un poco de serenidad, recen algo y pidan ayuda a Dios. Si lo hacen comprobarán su eficacia.

Los mayores, jubilados, enfermos o sin trabajo, que al no tener ninguna obligación ni interés por nada, remolonean en la cama, rompan esa inercia y sepan que se les puede presentar un día maravilloso si saben contemplar todas las maravillas de la naturaleza que le están gritando que se acuerde de Dios, quien con toda seguridad les responderá.

También los hay, que por desgracia son muchos que, posiblemente, al acostarse sin cenar han estado deseando que amaneciera para comerse la vida y seguir trabajando, luchando y siempre esperando conseguir honradamente una vida mejor; pero siempre caminando por caminos paralelos, uno pisando la tierra, a veces, hasta inmunda y otro camino que mira al Cielo.

Estos tales son los más queridos por Dios, puesto que de ellos es el Reino de los Cielos cuando Jesucristo así lo proclamó:

Bienaventurados los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos.

Lo que sucede que todos estos tendrán que seguir acostándose y levantándose día tras día trabajando y esperando con resignación y alegría el momento de disfrutar del Reino de los Cielos prometido.

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