miércoles, 13 de diciembre de 2017

DE LAS OCHO PETICIONES QUE HACEMOS EN EL PADRE NUESTRO


                      ¿CUÁL ES LA MÁS IMPORTANTE?

            Cuando decimos: Padre Nuestro que está en los Cielos:
          
            SANTIFICADO, sea TÚ nombre.

           Venga a nosotros tu REINO

           Hágase tu VOLUNTAD, así en la Tierra como en el Cielo.

           DANOS hoy el pan nuestro de cada día

           Perdona nuestras DEUDAS.

           Como nosotros PERDONAMOS a nuestro deudores.

           No nos dejes caer en la TENTACIONES.

           Y líbranos del MALIGNO.

           Está claro que cuando decimos SANTIFICADO  sea tu nombre, no es algo que nos deba DAR Dios, sino que deberíamos empezar nosotros por SANTIFICAR a Dios CREYENDO que es nuestro PADRE y que nos amó tanto que nos dio a su unigénito HIJO para que todo el CREA en ÉL tenga la vida eterna.

           Y por aquello de que: Es mejor Dar que Recibir” pero  que para RECIBIR hay que tener tendida la mano o un recipiente donde recibir

           Y si ESPERAMOS que JESUCRISTO, cumpla cuanto dijo:

           “Venid a mí todos los que estáis cargados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré”

            “Buscad primero el Reino de los Cielos y su justicia, todo lo demás se le dará por añadidura”

            "El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí y yo en él"

            "Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos"
            Y si  AMAMOS al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la más ignorada, la más INVISIBLE, como es el AMOR, y por aquello que no hay dos sin tres y que a la tercera va la  vencida,

           Estaremos seguros de que no  nos faltará el PAN de cada día.

           Sabremos PERDONAR y ser PERDONADOS.

           No CAEREMOS en las tentaciones ineludibles o engañifas

           Y nos veremos  LIBRES de Satanás y sobre todos de sus secuaces que son los más malignos, porque no dan la cara y además ser engañados, no por Satanás que es más listo; sino  por unos que son unos ignorantes arribistas y que sabe menos que uno,  sería  para echarse a llorar. 

           Y aunque tengamos que llorar, será de alegría, porque viviremos ya en la antesala  del Reino de los Cielos.
             

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