Voy a transcribir algunas de las Revelaciones que cuenta Santa Teresa en el capítulo 38 de su vida.
Posiblemente ni Santa Teresa, se dio
cuenta que TRES revelaciones demuestran la existencia del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo.
“Estando una noche tan mala que
quería excusarme de tener oración, tomé un rosario por ocuparme vocalmente.
Estuve así bien poco, y vínome un
arrebatamiento de espíritu con tanto ímpetu que no hubo poder resistir.
Parecíame estar metida en el cielo y las primeras personas que allí vi fue
a mi padre y madre, y tan grandes cosas en tan breve espacio de tiempo, que
quedé bien fuera de mí, pareciéndome muy demasiada merced.
Temí no fuese alguna ilusión. No
sabía qué hacer, porque había gran vergüenza de ir al confesor porque me
parecía había de burlar de mí.
Fui al confesor por el gran miedo
que tenía de ser engañada que al verme tan fatigada, me consoló y dijo hartas
cosas buenas para quitarme de pena.
Andando el tiempo, me ha acaecido y
acaece algunas veces.
Estando una vez más de una hora
mostrándome el Señor cosas admirables, díjome: Mira, hija, qué pierden los que
son contra MÍ; no dejes de decírselo.
Quedóme poco miedo a la muerte, a
quien yo siempre temía mucho. Ahora paréceme facilísima cosa para quien sirve a
Dios, porque en un momento se ve el alma libre de esta cárcel y puesta en
descanso.
Desde a un poco, fue tan arrebatado
mi espíritu, que casi me pareció estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no
se entiende que se vive en él.
Vi la HUMANIDAD sacratísima con más
excesiva gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia
admirable y clara estar metido en los pechos del PADRE. Esto no sabré yo decir
cómo es, porque sin ver me pareció que vi presente de aquella Divinidad.
Quedé tan espantada que pasaron
algunos días y siempre me parecía traía presente aquella majestad del Hijo de
Dios.
Esta misma visión he visto otras
tres veces. Es, a mi parecer, la más
subida visión que el Señor me ha hecho merced que vea, y trae consigo
grandísimos provechos.
Cuando yo veo una majestad tan
grande disimulada en tan poca cosa como es la Hostia, es así que después acá a
mí me admira sabiduría tan grande, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni
esfuerzo para llegarme a ÉL
Estaba un día, vísperas del ESPÍRITU
SANTO, después de misa. Fuime a una parte bien apartada adonde yo rezaba muchas
veces, y comencé a leer en un Cartujano esta fiesta.
Y leyendo las señales que han de
tener los que comienzan y aprovechan y los perfectos.
Estando en esto, veo sobre mi cabeza
una PALOMA, bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino
las alas de unas conchitas que echaban de sí gran resplandor. Paréceme que oía
el ruido que hacía con las alas.
Otra vez vi la misma paloma sobre la
cabeza de un padre de la Orden de Santo Domingo. Dióseme a entender que había
de traer almas a Dios.
Del rector de la Compañía de Jesús
que algunas veces he hecho mención de él, he visto algunas cosas de grandes
mercedes que el Señor le hacía.
Acaecióle una vez un gran trabajo,
en que fue muy perseguido, y se vio muy afligido. Estando yo en misa vi a
Cristo en la cruz cuando alzaba la Hostia; díjome algunas palabras que le
dijese de consuelo, y otras previniéndole de lo que estaba por venir y
poniéndole delante lo que había padecido por él, y que se aparejase para
sufrir.
De los de la Orden de este Padre,
que es la Compañía de Jesús, toda la Orden junta he visto grandes cosas: vilos
en el cielo con banderas blancas y he visto de ellos de mucha admiración y así
tengo esta Orden en gran veneración, porque los he tratado mucho y veo conforma
su vida con lo que el Señor me ha dado de ellos a entender.
Podríamos acaecer lo que a un hombre
labrador y esto sé cierto que pasó así; hallóse un tesoro y como era más que
cabía en su ánimo, que era bajo y viéndose con él le dio una tristeza, que poco
a poco se vino a morir de puro afligido y cuidadoso de no saber de él. Si no lo
hallara junto, sino que poco a poco se le fueran dando y sustentando con ello,
viviera más contento que siendo pobre, y no le costara la vida.
¡Oh riqueza de los pobres, y qué
admirablemente sabéis sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas,
poco a poco se las vais mostrando!
Cuando yo veo una majestad tan
grande disimulada en cosa tan poca como es la Hostia, es así que después acá a
mí me admira sabiduría tan grade, y no sé cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo
para llegarme a EL, que me ha hecho tan grandes mercedes”
Con lo que le pasó a este pobre
labrador, quiere Santa Teresa decirnos, que si Dios nos revelara ya, todo
cuanto de maravilloso nos tiene reservado para dárnoslo después de la muerte,
nuestra vida en la tierra, se haría insoportable al tener que aguantar tantos
contratiempos y no gozar ya de tantos bienes como nos preparados.
Estoy seguro que a muchos que les
haya tocado un gran premio gordo, al no saber qué hacer con tanto dinero o lo
hayan dilapidado, hubieran preferido haberlo recibido poco a poco para disfrutarlo mejor y en mayor tiempo.
Pues esto es lo que hace Dios quiere
hacer con nosotros:
Que viviendo nuestra FE en todo
momento bueno o malo, vayamos descubriendo y esperando lo que Dios nos tiene
preparado para los que le amen, porque para eso, casi siempre, se disfruta más
esperando algo bueno, que cuando ya lo disfrutamos.
Por lo tanto cuanto más tiempo
caminemos disfrutando AQUÍ de la mirada de Dios, cuando nos ABRACE…???
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