“Alegraos
siempre en el Señor, de nuevo os digo, alegraos. Vuestra amabilidad sea notoria
a todos los hombres. El Señor está próximo.
Por
nada os inquietéis, sino que en todo tiempo, en la oración y en la plegaria
sean presentadas a Dios vuestras PETICIONES acompañadas de ACCIÓN de GRACIAS.
Y
la paz de Dios que sobrepuja a todo entendimiento, guarde vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Sé
pasar necesidad y sé vivir en la abundancia, a todo y por todo estoy bien
enseñado: a la hartura y al hambre, a ABUNDAR y a CARECER. Todo lo puedo en
AQUEL que me CONFORTA”.
Todo
esto se lo decía San Pablo a los Filipenses (Cap.4-4).
Cuando
leemos que en tiempo de San Pablo devoraban las fieras a los cristianos,
alguien podría pensar: ¿Cómo permitía Dios tan crueles sacrificios con tantos
mártires?
Porque
precisamente se estaba realizando el MILAGRO de que morían con ALEGRÍA y
sonriendo.
Este
milagro también se sigue dando en los Mártires actuales y en tantos ENFERMOS
que viven ALEGRES en medio de sus dolores porque piensan que con ellos
“Completan la Pasión
de Cristo” como pensaba San Pablo.
Cuando
nos asalta algún temor y REZAMOS para que no suceda lo temido y mientras
esperamos, no podemos evitar estar
TRISTES; pero cuando todo sale a pedir de boca.
¿Nos ALEGRAMOS en el SEÑOR o si te ví no me
acuerdo?
Muchas
ALEGRÍAS terminan en amargas TRISTEZAS porque el Señor no ha hecho ni acto de
presencia.
Cuanto
más tiempo esté PRESENTE el Señor en la ejecución de nuestras tareas, más
ALEGRES nos sentiremos.
El
que haga esto disfrutará de una ALEGRÍA desconocida y permanente.
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