¿Quién pudiera fundir los PODERES de la IGLESIA y de los PARTIDOS en una campana que a su toque honrado, justo, solidario y sin partidismos extremosos acudiéramos todos hermanados?
Esto
sería una utopías realizable si desapareciera por completo el odio y el ansia
de revanchismo de una parte y dejara de legislar, para herir sentimientos muy
profundos de otros muchos millones, al menos, así lo parece.
¿Por
qué el empeño de llamar Matrimonio la unión de dos hombres o dos mujeres,
cuando hubiera sido tan fácil como denominarla UNIÓN de pareja?
Han
creado inútiles enfrentamientos. ¿Dónde está el diálogo y el talante
conciliador?
El
partido que sea al mismo tiempo pirómano y bombero, no podría ni debería ser
creído y mucho menos votado.
¿Por
qué se quiere imponer una educación
libertaria, sin esfuerzo, sin sacrificio, sin fundamento como sería el
santo temor de Dios, que es el principio de la sabiduría y cuando se producen
los desmanes y violencias que estamos sufriendo, se tienen que apagar con más
policías y cárceles?
¿Por
qué se permiten y fomentan los botellones y al mismo tiempo se legisla
prohibiendo la venta de alcohol a los menores?
¿Por
qué se le permite a una niña abortar sin el consentimiento de los padres y no
la pueden operar de cualquier otra enfermedad sin la autorización de los
padres?
Se
están dando tantas contradicciones en legislar, que da la sensación de que se
legislas a lo loco, porque a lo loco se vive mejor o porque se quiere ir contra
la Iglesia.
La Iglesia no tiene más poder que su palabra y sus miembros
docentes, apenas cobran para mal vivir. Si vivieran tan bien como algunos
piensan, los Seminarios y Conventos estarían a tope, dado el paro que hay.
¿Por
qué se le quiere marginar y se le odia tanto, cuando es la que tiene más obras sociales, y todo a cambio de odio y
marginación?
Sería
saludable para todos que se escucharan las palabras, que, más o menos, ha
pronunciado José Bono, de que el partido se tendría que renovar incluyendo en
su programa algo del cristianismo.
Recuerdo
que cuando iba a la escuela pública y sin crucifijos, mis adversarios políticos me decían que Jesucristo fue el primer
socialista.
Si
así lo siguen creyendo ¿Por qué no lo
imitan?
Entonces
podría sonar esa campana llamándonos a la unión y a la hermandad y se daría el
progreso auténtico.
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