Si nos analizamos comprobaremos que vivimos en una continua paradoja y contradicción:
Hacemos lo indecible para encontrar un trabajo y cuando lo
tenemos, lo odiamos.
Los que se casan con frenesís, a los pocos años se odian a
muerte.
Esta y otras muchas paradojas no son nada comparables con la de
aquellos que dicen tener la certeza,
equivocada, de que con la muerte se acaban todos los problemas, sufrimientos y
que ya no hay nada más, defiendan su PERRA vida como gato panza arriba, odiando
la muerte que sería su liberación.
La más TRISTE y terrible PARADOJA es la que ofrecen los que
teniendo FE, y ESPERAN una VIDA MEJOR después
de la muerte, apenas se acuerdan de ella, la temen y viven rabiando y desesperados.
También los hay en los que esa paradoja se convierte en una
CONGRUENCIA muy razonable porque viven lo de San Juan de la Cruz: “Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero
que muero porque no muero” o lo de San Pablo “Deseo morir para estar con
Cristo”.
Pero para poder disfrutar de tan altos pensamientos habría
que vivir pensando lo que también decía Santa Teresa: Que nuestra vida es como “Una
mala noche, en una mala posada” y nuestro vivir debería ser como el de San
Pablo cuando dijo “Mi vivir en Cristo” o al menos vivirla como el Salmista.
“Tengo siempre al Señor en mi PRESENCIA
LO tengo a mi derecha y así nunca tropiezo”.
Por desgracia nos aferramos tanto a esta vida, sea como sea,
que hasta la propia muerte siente lástima de desengañarnos, dejándonos disfrutar
de nuestra vida como de un juguete roto.
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