¿CÓMO TRATAR A DIOS?
Todos sabemos que cuando
tratamos de tú a tú con una
personalidad, lo tendríamos que hacer dignamente, cosa que muchas veces no lo
hacemos con Dios
¿Es que el rezo no es un trato digno con Dios?
¿Cómo calificaríamos el comportamiento del que fuera a
visitar a un Ministro y estuviera distraído mirando la suntuosidad de su
despachos mientras le pedía el favor y luego se quejara de que no le había
hecho ni caso?
¿En qué pensamos cuando hacemos nuestros rezos?
El trato con Dios no está en los muchos rezos porque casi
nunca pensamos que Dios está a nuestro lado o, como mínimo, que nos oye y nos ve.
Bien claro le dijo Dios a Abraham: “Camina en mi presencia y
serás perfecto” “Ambula coram me et esto
perfectus”
Por lo tanto, no convirtamos nuestros rezos como algo
rutinario y mecánico, como lo hacemos al santiguarnos, rezar el Padrenuestro o
el Ave María sin pensar ni un momento en Dios.
Se cuenta que un fraile preguntó a Roma si podría fumar
mientras rezaba el Oficio Divino, a lo que respondieron negativamente.
Otro preguntó que si mientras fumaba, podría rezar, ¡Ojala
se rezara cuando se fuma o se divierte! Le respondieron.
Porque la oración que verdaderamente llega a Dios y nos da
tranquilidad no es solamente pronunciar oraciones vocales si no están en el
pensamiento y en lo profundo de nuestro ser.
¿Se podría estar viendo TV o cualquier otro espectáculo y al
mismo tiempo, acordarse de vez en cuando de Dios?
Es verdad que no todos seríamos capaces de mantener esa
intimidad con Jesucristo;
¿Pero
que trabajo nos costaría si antes de dormir, rezáramos, y no digo una oración que, muchas veces, recitamos
maquinalmente, sino pensar unos minutos
en Jesucristo o en la Virgen
nuestra madre, dándole muy conscientes y con cariño las “Buenas noches” y al
levantarnos darles los “Buenos días" y durante el día, en medio de las faenas,
levantar nuestro pensamiento hacia Dios que sabemos y creemos que nos mira y
nos oye?
Desde pequeño nos enseñaron que antes de acostarse y al
levantarse habría que rezar ciertas oraciones y aunque se hicieran maquinalmente, también se pensaban en los
angelitos.
Ahora recuerdo que cuando tenía unos cuatro años me
enseñaron en la catequesis a cantar lo siguiente:
En mi casa solo hay uno,
que no reza al levantarse,
se levanta y se sacude,
la zanguanga y a la calle.
Para el Cielo ir,
ora sin cesar
y los Mandamientos
y los Mandamientos
fielmente guardar.
Como mínimo, esto sería la quinta esencia del comportamiento del cristiano con Dios.
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