Jesucristo,
al joven del Evangelio, lo miró con amor. La juventud que es la más querida de
Dios, pasa de El, aunque es verdad que de la juventud surgen más vocaciones
religiosas que de otra etapa de la vida.
Entrar
en la edad juvenil, es meterse en un torbellino de pasiones, sentimientos,
ilusiones, proyectos, aventuras y, a veces, sin un rayo de luz, sin brújula y
zarandeado por toda clase de reclamos y manipulaciones.
En la
juventud es un continuo subir para luego bajar. En las grandes escaladas, tan
difícil es subir como bajar. Cuanto más alto se
sube, más se tardará en bajar. Al
final de la bajada, estará la muerte. Si en la cumbre se habla con Dios, la
bajada será de SU mano, si le damos la nuestra con amor.
Los
jóvenes de todas las edades se han creído poseedores de la verdad y que sus
mayores han vivido equivocados. También ellos llegarán a ser mayores.
Si el hogar en donde el hijo no aprenda del padre y el padre no comprenda al hijo, será un infierno.
Lo mismo nos pasará si no hay entendimiento razonable entre jóvenes y mayores, si no renuncian a intereses propios, en defensa de todos, incluidos ellos mismos.
Lo mismo nos pasará si no hay entendimiento razonable entre jóvenes y mayores, si no renuncian a intereses propios, en defensa de todos, incluidos ellos mismos.
Hoy día
quien impone las normas es la juventud. Apenas se dejan aconsejar. Aceptan
todas las modas, idolatran a sus cantantes y siguen todas las corrientes
progresistas y revolucionarias.
El
joven no suele hacer inversiones a largo plazo. Le es más fácil vivir el
momento presente; pero si no le da a la vida una proyección de eternidad,
pronto se le quedará corta. Si no camina
bajo la sombra de lo transcendente,
morirá bajo los rayos abrasadores de lo temporal.
El joven, con frecuencia, tiene a
Dios recluido en libertad condicionada a
que le dé cuanto LE pida caprichosamente
y, aunque Dios nos parezca un pordiosero, en SUS manos vivimos, nos amamos, nos
odiamos, sufrimos, gozamos, soñamos y morimos. Pocas veces levantamos los ojos
para encontrarnos con los de Dios, que día y noche nos miran y esperan con
tristeza que dejemos de clavarle los
nuestros con insolencia.
Que nuestras lágrimas mojen sus manos
resecas y curtidas de tanto bregar con nuestras rebeldías.
El día que surja una NUEVA generación que
PIENSE y VIVA
Dándole a DIOS su CORAZÓN
La
MANOS a
los DEMÁS.
Y para ELLOS, lo que DIOS y los demás, le
quieran DAR
Tendremos un Mundo más HUMANAMENTE
DIVIVNO.
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