En nuestra corta o larga vida
tenemos millones de minutos en los que hemos
vividos momentos buenos o malos y no todos recordables.
El que más o el que menos, podrá recordar que en su vida, se
han dado tres minutos que yo llamaría de Oro, porque le habrán marcado, para bien o para
mal.
Al entrar en la juventud se nos
presentan en los que podremos programar
el futuro de nuestra vida
De momento estudiar una carrera y
opositar
O meterse en política con mayúscula
o para situarse
O Vivir de Dios para darlo a
conocer, o con Dios, encerrado en un Monasterio, Pobre, Casto y Obediente.
O tener que buscar y conseguir,
cuanto antes, cualquier trabajo.
Pero en esa edad con un futuro tan
amplio, muy pocos dedican ni un minuto en el que se enfrentarán con la muerte
que sería el minuto de obligado cumplimiento.
Metidos de lleno y abrumados por las
múltiples responsabilidades, sociales, familiares, políticas y de
supervivencia, apenas se tienenten minutos de descanso y mucho menos en el de
obligado cumplimiento a no ser que al vivir una perra vida, se piense en ese
minuto de obligado cumplimiento, como única solución.
Una vez embarcado en la Jubilación,
buena o mala y con mucho tiempo para navegar, habrá llegado el momento de
pensar, aunque sólo sea un minuto, que la muerte, más pronto que tarde, será
la solución de todo con la consiguiente incertidumbre de desembarcar en una isla
afortunada o desafortunada.
Cosa que podríamos elegir si en la
Tercera Edad, somos como niños, y dijo Jesucristo, que deberíamos ser.
Ya que así como el niño tiene en potencia, en medio de sus debilidades corporales, un mundo de posibilidades.
Ya que así como el niño tiene en potencia, en medio de sus debilidades corporales, un mundo de posibilidades.
Porque todo lo CREE, todo lo ESPERA, AMA y se deja
AMAR.
Nosotros, viejos porque ya no
servimos para nada; pero que en potencia
tendremos ya cerca una vida ETERNAMENTE FELIZ
Si CREEMOS, ESPERAMOS y AMAMOS a DIOS como niños,
Entraremos, como tales, en el Reino de los Cielos.
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