Nadie puede evitar que la boca se le
haga agua al oler un buen guiso si al momento se lo puede comer.
Tampoco se puede evitar que ante una
persona bellísima se sienta cierto enamoramiento y se lance al consentimiento y
deseo consumado.
Sentir tentaciones de algo placentero;
pero sin consentimiento no es pecado porque en el Padre Nuestro deberíamos
decir LÍBRANOS de las tentaciones y no como decimos: NO NOS DEJES CAER en la
tentación.
Porque el sentir tentación es por
nuestra naturaleza un tanto animal, e irracional; pero el consentir o caer en
ella, es de nuestra libertad y razonar de los peligros morales y personales en
los que nos podemos meter.
También existe el “Del DICHO al hecho
hay MUCHO TRECHO, o sea “Obras son
amores y no buenas razones”
Estamos viviendo unos momentos
políticos en los que los DICHOS, las Promesas y muchas bonitas palabras nos
abruman y podemos sentirnos contentos y consentir y aceptar todo cuanto nos
proponen sin molestarnos en razonar.
Si vamos a bordo de un barco que ha
estado a pique de hundirse, pero que una nueva tripulación, con sus fallos y
errores lo han sacado a flote y de pronto unos cuantos compañeros de viaje
desconocidos, inexpertos, un tanto ambiciosos, sin pocos principios éticos,
morales y religiosos quieren de la noche a la mañana, hacerse con el mando del
barco para llevarnos a un puerto desconocido por unos mares procelosos.
¿Qué deberíamos hacer? ¿Un motín a
bordo?
¿O usar la inteligencia, la sensatez y olvidar
sentimiento y odios que deberían ser más justo y razonables que
la ambición y la violencia?
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