miércoles, 14 de octubre de 2020

PARA ENCONTRAR A DIOS HAY QUE BUSCARLO

 A        Caminante, caminando por calles y por campos. 

        Busco a Dios y no lo hallo, con las piedras del camino y con el peatón me voy dando codazos

       La lluvia me moja de nostalgia. El sol me da esperanza. La luna ilumina mis noches negras

      El árbol me da su sombra. La flor despierta mis primaveras

     El llanto del niño me deprime.

     La injusticia del poderoso me subleva. El dolor me angustia, el placer me embriaga, a todos hago mi pregunta, me miran... y como si nada. Clavan sus silencios allá, muy allá en el fondo del alma. Gota a gota van formando una imagen, que debe ser la de Dios, porque ni la siento, ni la intuyo, ni la veo.

      Sólo sé que allí ha quedado un hueco por donde debo seguir buscando a Dios de cara

      En mi mano, Encerrada llevo la vida para cuando encuentre a Dios regalársela. La vida me sobra, porque me rebosa la esperanza. No me regañes, Señor, si en mi puño tengo tu vida encerrada; me da miedo que me domine por eso aquí la tengo apretada. 

       Si me das una vida más larga, aquí tienes mi mano, ábrela con cuidado, dentro hay una flor muy extraña, si la riegas mucho, sus hojas me aplastan, si no la riegas, sus raíces me devoran las entrañas.

      No sé qué hacer con ella, tanto miedo me da retenerla, como tirarla. Ponla, Señor, en tus manos. Trázame Tú el camino y lo seguiré por valles, mares y montañas. 

      No hay vida más limpia que la del caminante que caminando Te anda siempre BUSCANDO.

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