lunes, 25 de octubre de 2021

¿CÓMO ESTÁ DIOS DENTRO DE NOSOTROS Y NOS ACARICIA?

        Jesucristo bien claro nos dijo: No busquéis  a Dios aquí o allí, porque está dentro de vosotros."

         ¿Cómo es posible que todo un Dios esté dentro de cada uno? 

          Porque Dios es AMOR y el amor nadie lo ha visto, pero  cuando se PIENSA y se SIENTE, se hace PRESENTE, porque  tenemos AMOR convirtiéndose en un RECÍPROCO AMOR sintiendo una caricia.

          La caricia es la manifestación de amor más profunda, pura, humana   desinteresada, espontánea y gratificante para el que la recibe y para el que la hace.

         Que se lo pregunten a una madre y su hijo, a los enamorados. Si la caricia también es algo físico y palpable,

         ¿Cómo nos puede acariciar Dios invisible y no palpable? 

         Como la caricia esencialmente es una manifestación de AMOR, Dios continuamente nos está acariciando. 

         Cuando sedientos y agotados nos encontramos en el camino una fuente cristalina y bebemos, ¿qué sentimos si nadie nos está tocando?

          Si en una excursión o viaje turístico nos topamos con alguna de las múltiples maravillas que Dios ha criado. ¿No sentimos algo inexplicable que nos emociona? 

        Ahí está una de las múltiples caricias que nos hace Dios.

       Si se tiene un problema, una angustia, una depresión, una noche oscura, y de pronto, se hace una luz que nos penetra. ¿Qué sentimos? ¿Quién nos ha acariciado? 

         ¿Cómo podríamos buscar y sentir la caricia íntima de Dios?

          Queriendo y sabiendo entrar dentro de nosotros que es donde está Dios mediante una ORACIÓN no rutinaria, sino siendo consciente de que Dios nos acompaña como nuestra propia sombra 

       Y Jesucristo está día y noche en la Eucaristía deseando entrar en contacto con nosotros. Cuando hacemos esto se produce una CARICIA MUTUA. A veces, Jesucristo no se conforma con la caricia porque quiere darnos un abrazo descomunal, como hizo con San Pablo, camino de Damasco que sufrió lo que sufrió porque se enamoró hasta el extremo de “Desear morir para estar con Cristo” y mientras le llegaba ese momento de poder abrazarse con Jesús, “ Su vivir era Cristo” 

        Lo que hizo con San Pablo lo ha hecho con otros muchos santos como San   Agustín, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola y, a veces, en menor escala con mucho de sus otros hijos que, al sentirse acariciados por Jesucristo LO siguen renunciando a muchas cosas con alegría. 

                     Así es de poderosa la CARICIA DE DIOS.

No hay comentarios: