jueves, 17 de mayo de 2018

POR QUÉ DIOS NI CONDENA NI PERDONA, INDULTA?


       Porque como somos pecadores, seremos siempre  CULPABLES.

      Por lo tanto Dios sólo nos puede INDULTAR si hemos cumplido, en parte, nuestra pena  diciendo y viviendo lo del Salmista:

          “Apiádate de mí, oh Dios por tu bondad
         Por tu gran misericordia, borra mi culpa
         Lávame enteramente mi delito.
         Y límpiame de mi pecado.
         Pues reconozco mi culpa
         Y mi pecado está siempre delante de mí
         Rocíame con  hisopo, y seré limpio.
         Lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

         Los que hayan cometido tantas injusticias, barbaridades y hayan sidos tan canallas que aun en este mundo, pudiéramos haber dicho que si no hubiera infierno habría que crearlo para CONDELARNOS, ahora, ni Dios podría INDULTARLOS, puesto que ellos se han creído ser  unos dioses

          Por lo tanto, tendrán que vivir ETERNAMENTE como lo dice el libro de la Sabiduría capítulo 5.

        “Entonces estará el justo en gran seguridad frente a los que le afligían y menospreciaban sus obras.

         Al verlo se turbarán con terrible espanto, y quedarán fuera de sí ante lo inesperado de aquella salud.

         Arrepentidos, se dirán, gimiendo en la angustia de su espíritu: “Este es el que algún tiempo tomamos a risa y fue objeto de escarnio”

         Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra.

         ¡Como no contados entre los hijos de Dios, y tienen su heredad entre los santos!

         Luego nos extraviamos de la senda de la verdad (ERGO ERRAVIMUS A VIA VERITATIS), y la luz de la justicia no nos alumbró y el sol no salió para nosotros.
                  
         Nos cansamos de andar por sendas de iniquidad y de perdición, y caminamos por desiertos intransitables, sin conocer el camino del Señor.

         ¿Qué nos aprovechó la altanería, qué ventajas nos trajeron la riqueza y la jactancia?

         Pasó como una sombra todo aquello y como correo que va por la posta.

         Como nave que atraviesa las agitadas aguas, de cuyo paso no es posible hallar huella, ni del camino de su quilla por las olas.

         O como ave que corta los aires, sin que se encuentre señal de su paso, y golpea el aire ligero al batirlo con sus plumas, y lo corta con la violencia de su ímpetu, y se abre camino con el movimiento de sus alas, después ya no se haya señal de su paso.

         Así también nosotros, en naciendo morimos; sin dar muestra alguna de nuestra virtud, nos extinguimos en nuestra maldad.

         Sí, la esperanza del impío es como polvo arrebatado por el viento, como ligera espuma deshecha por el huracán, como humo que en el aire se disipa, cual recuerdo del huésped de un día que pasó de largo.

         Pero los justos viven para siempre, y su recompensa está en el Señor, y el cuidado de ellos en el Altísimo

         Por esto recibirán un glorioso reino, una hermosa corona de mano del Señor, que con su diestra los protege y los defiende con su brazo.

         Se armará de su celo como de armadura, y armará a sus criaturas todas para rechazar a sus enemigos.

         Y la ira, como lanzada por una catapulta, arrojará violentas granizadas, y el agua del mar se enfurecerá contra ellos, y los ríos del todo los anegarán.

         Un soplo poderoso los embestirá y los aventará como torbellino. La iniquidad desolará toda la tierra y la maldad derribará los tronos de los poderosos.

No hay comentarios: