lunes, 28 de octubre de 2019

¿POR QUÉ SE BAUTIZÓ UN JUDÍO?

           
             En el Decamerón de Boccaccio se cuenta lo siguiente:

             El caballero Giannotto Civigni intenta convencer a su amigo judío Abrahan de las virtudes cristianas para que abandone su religión judía y se bautice.

            Abrahan aduce que para conocer realmente la religión de su amigo necesitaría ir a Roma, donde se encuentra la cabeza de la Iglesia, el Vicario de Cristo y los Cardenales.

             Si sus maneras y costumbres me convencen – le dice Abrahan – y entre eso y sus explicaciones puedo comprender que vuestra fe es mejor que la mía, según has intentado demostrarme, me bautizaré. Si ocurre lo contrario, seguiré judío, como hasta ahora.

            Giannotto se siente perdido porque él mejor que nadie sabe que las costumbres que rigen en lo más alto de la Iglesia no son ni mucho menos ejemplares. Concupiscencia, lujuria, nepotismo, ostentación de riquezas no siempre adquiridas lícitamente, son algunos de los vicios que corroen al clero católico en todas partes, pero con especial virulencia en Roma, transformada en escaparate de todo lo que no debía ser la Iglesia de Cristo.

           Así pues, el ingenuo Giannotto intenta disuadir al judío de su proyectado viaje, pero este se reafirma en su postura y marcha a la ciudad de los Papas, dejándole profundamente acongojado.

          A su regreso, el judío le deja estupefacto al decirle que está dispuesto a recibir cuanto antes el bautismo católico.

          Como Giannotto no puede comprender ese cambio, sospecha que el judío se ha trastornado y le pide una explicación.

          Abraham le refiere entonces lo que ha  visto en Roma, la terrible corrupción de la iglesia en sus miembros más destacados; más si a pesar de todo ello esa Iglesia sigue viva y hasta creciendo, no le puede caber duda de que el Espíritu Santo está sobre ella de una manera privilegiada, por lo que comprende que se trata de la ÚNICA y VERDADERA Religión y por lo tanto  nada podrá apartarle de su decisión de abrazarla. Esto era en el siglo XIV


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