miércoles, 9 de septiembre de 2020

NO PODREMOS SER TODOS IGUALES


        La realidad nos está demostrando que jamás podremos ser todos iguales.

        Todos nacemos de nuestro padre y nuestra madre y Dios nos ha creado tan distintos que ni dos seres humanos tienen las mismas huellas digitales.

        La Igualdad en un banderín de enganche para los que crean que todos vamos a ser ricos.

        Está muy bien que los gobiernos hagan todo lo posible para que todos sus ciudadanos y ciudadanas nacidos y por nacer:

       Adquieran IGUALES derechos a la VIDA.

       Disfruten de iguales posibilidades de adquirir un trabajo, un hogar, una familia, y alimentos.

       Esta es la utopía por la que se debería emplear toda la inteligencia, trabajo y consenso por parte de todas las ideologías y partidos.

       Dios nos ha creado hombre y mujer; pero algunos, parece ser, que quieren fabricar un ser UNISEX para despreciarle a Dios el don de la PROCREACIÓN ya que casi están convirtiendo el sexo en otra necesidad fisiológica, muy placentera y sin consecuencias.

       Quieren tanta igualdad que ahora los niños no podrán jugar con el balón y las niñas con muñecas.

       Una auténtica y enriquecedora IGUALDAD, entre funcionarios del Estado, sería si la mujer que al casarse y tener hijos quisiera dedicarse por completo a la FAMILIA percibiera un sueldo a cargo del Estado.

       Porque su función sería tan importante como la de cualquier otro funcionario, o más, porque traería, cuidaría y educaría, creando una nueva mano de obra imprescindible para el progreso.

       Dejaría libre un puesto de trabajo para el hombre y ella seguiría cotizando.

       Ante Dios sí que somos TODOS IGUALES, queramos o no.

       Las DIFERENCIAS las marcamos nosotros con nuestros comportamientos.

       Unos porque aceptando gustosos la Paternidad de Dios, vivirían como hijos suyos.

       Otros, al renunciar esa Paternidad, se marcharían buscando eternamente otros hogares.

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