Entre
las muchas verdades que decimos CREER cuando rezamos el Credo, está “Creo en la Santa Iglesia Católica, en la COMUNIÓN DE LOS SANTOS ignorando
que creemos en los TRES estados de los creyentes,
“Hasta
que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles, destruida la muerte y
sometido todo, sus discípulos vivirán:
Unos
PEREGRINOS en la tierra.
Otros,
YA DIFUNTOS purificándose.
Otros
estarán GLORIFICADOS contemplando claramente a Dios mismo, UNO en esencia y
TRINO en persona, tal cual es”
Como
Dios nos creo para que nos AMEMOS y nos “AMASÉMOS”, tendremos que seguir en esa
COMUN-UNIÓN los de arriba con los de
abajo.
Los
de arriba, o sea los que estén ya glorificados, nos podrán ayudar como prometió
Santo Domingo moribundo a su hermano: “No lloréis, os seré más útil después de
mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida”
“Pasaré
mi CIELO haciendo el bien sobre la tierra” (Santa Teresa del Niño Jesús).
Los
de abajo conscientes de esta COMUNIÓN
con los difuntos, desde los primeros tiempos del cristianismo se han ofrecido y
se siguen ofreciendo oraciones, Misas,
velas y toda clase de luminarias para decirles a los seres queridos que su
recuerdo permanece encendido en nosotros como las lucecitas.
¿Por
qué no se comunican los difuntos con nosotros?
Cuenta
Willian Dudley que en el fondo de un estanque vivían unas larvas. No
comprendían qué pasaba después de subir por los tallos de lirios hasta la
superficie del agua.
Intrigadas
las larvas, se prometieron mutuamente que la siguiente a quien ordenaran que
subiera a la superficie, volvería y les contaría lo sucedido, si había otra vida.
De
pronto una de las larvas sintió el impulso urgente de buscar la superficie. Se
subió a un lirio y experimentó una transformación dolorosa y a la vez gloriosa,
que hizo de ella una libélula con dos pares de alas perfectas para el vuelo.
En
vano trató de cumplir su promesa. Volaba una y otra vez por el estanque. Veía a
sus amigas, las larvas en el fondo, sin poderles contar su vida espléndida y
maravillosa que ahora poseía.
Entonces
la grácil y bella libélula con su acrobático vuelo comprendió que, aunque la
vieran, jamás le podrían reconocer. Estaban en dos mundos completamente
distintos.
Salvaneschi,
literato católico escribe: Los muertos no están muertos. No lloremos a los que
nos han dejado solo aquí abajo. Ellos
nos siguen invisibles…, pero presentes. Ellos nos acompañan hasta la última
tarde”
Recordemos
lo que le dijo Abrahán al rico Epulón, según nos cuenta el Evangelio, cuando le
pidió que enviara al pobre Lázaro a la casa de su padre para que sus hermanos
supieran de sus tormentos y así evitarle terminar como él.
“Tienen
a Moisés y a los Profetas”. No padre Abrahán; pero si un muerto se lo dijera,
harían penitencia.
“Si
a Moisés y a los Profetas no escuchan, tampoco creerían a un resucitado,
respondió Abrahán.
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