Si hacemos un recorrido por nuestra corta o larga vida, comprobaremos que en cuanto empezamos a tener uso de razón Andamos buscando juguetes, caprichos, amiguitos, amar y ser amados.
Más tarde, buscamos dinero, diversiones, un buen empleo, la media naranja, crear la familia, hijos y nietos
Y en el atardecer de la vida, es la muerte la que nos busca, con lo que para muchos sería el final de la búsqueda y para Dios perder toda la esperanza de ser encontrado.
Dios no debería ni puede dejarse ENCONTRAR por aquellos que jamás LO han buscado, odiado o negado. Dios no se impone. Somos libres.
Veamos cómo San Agustín, aunque tarde, encontró a Dios.
"Nos hiciste, Señor para Tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en TÍ
¡Tarde te amé. oh hermosura tan antigua y siempre nueva, tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo estaba fuera, y allí te buscaba.
Y deforme como era, me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por Tí
Tú estaba conmigo más yo no estaba contigo: me retenían lejos de TÏ aquellas cosas que si en TI no fueran no serían.
Me llamaste, me gritaste, y rompiste mi sordera.
Mostraste tu resplandor y abriste mi ceguera.
Exalastes tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti.
Gusté de Ti y siento hambre y sed.
Me tocaste, y me abraso en tú paz.
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