El Santo Patrón de los Políticos es Santo Tomás Moro que fue canciller de Enrique VIII rey de Inglaterra, que le condenó en Westminster Hall en 1535 a ser decapitado por no aprobar lo que el rey quería hacer e hizo, casándose con Ana Bolena sin la aprobación de Roma y se autoproclamó cabeza visible de la Iglesia de Inglaterra.
Ahora que tanto se critica a los Políticos, a veces con
razón y casi siempre por demagogia y no con miras ALTAS, sepamos históricamente
y por ejemplarizante, el comportamiento
honrado e inteligente, puesto que para Tomás Moro, JESUCRISTO y su IGLESIA
estuvieron por encima de TODO
“Viendo
que estáis dispuestos a condenarme le dijo a Enrique VIII Tomás Moro:
“Dios sabe como, quiero ahora, para desahogo
de mi CONCIENCIA, exponer de manera clara mi opinión sobre la ACUSACIÓN y sobre vuestro ESTATUTO.
La ACUSACIÓN se basa en una ley del PARLAMENTO que está en directa
contradicción con las LEYES de DIOS y de su Santa IGLESIA, cuya suprema
DIRECCIÓN no DEBE arrogarse ningún
SOBERANO ni LEY
Por
derecho le corresponde a la Santa SEDE
de ROMA, como PRIVILEGIO especial que nuestro SALVADOR, cuando aún moraba en el
mundo, OTORGÓ a San PEDRO y sus
SUCESORES.
Pero
sea como sea: no buscáis mi sangre tanto por esta SUPREMACIA, como porque NO he
querido APROBAR su matrimonio con Ana Bolena”
El
juez leyó la sentencia: Tomás Moro, Reo de alta traición, debía ser arrastrado,
colgado en la horca, amputado en vida de pies y manos, rajado aún vivo etc,
etc.
Moro
respondió: “En Hecho de los Apóstoles, leemos: que Pablo guardaba las ropas de
los que apedreaban a Esteban; pero hoy AMBOS son SANTOS en el Cielo, y allí son
AMIGOS para siempre.
ESPERO
y REZO de corazón que aunque me CONDENÉIS en la tierra, NOS encontremos para
NUESTRA eterna salvación en el CIELO”.
Cuando
estaba encarcelado en la Torre
de Londres habiéndosele confiscado todos sus bienes y desoyendo las súplicas de
su mujer e hijas para que cediera, una noche le asaltó una tentación:
“¿Colgarme yo?. Por una parte, está el hecho de que peso demasiado, estoy
demasiado gordo, y correría el riesgo de que se rompiera la cuerda. Por otra,
ni siquiera tengo la cuerda”. Rompió a reír y desapareció la tentación.
He
aquí su famosa oración:
“Dame,
Señor, una buena digestión y naturalmente, algo que digerir.
Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para
conservarla
Dame un alma serena, Señor, que tenga siempre ante los ojos
lo que es bueno y puro, de forma que no me escandalice ante el pecado, sino que
sepa encontrar el modo de ponerle remedio
Dame un alma que no conozca el aburrimiento, los refunfuños,
los suspiros y los lamentos, y no permitas que me tome demasiado en serio esto
tan avasallador que se llama “YO”
Dame el sentido del ridículo. Concédeme la gracia de
entender las bromas a fin de tener alegría en la vida y hacer partícipes de
ella a los demás. Amén”
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