Como me parece demasiado humillante decir esto, prefiero pensar que Jesucristo es nuestro Lazarillo, a la vieja usanza, más humano y real, que nos iría
guiando y evitar darnos trompazos.
Todavía, puede que alguien diga que poner a todo un Dios como un Lazarillo es demasiado
humillante.
¿Pudo
existir mayor humillación que morir crucificado como un forajido?
Dios es tan grande, tan grande y nosotros tan
pequeños, tan pequeños, que sólo así nos podremos entender. “Los extremos te
tocan"
Como resucitó con todo su poder, tiene
toda la autoridad de este mundo para decir: “El que me sigue no anda en
tinieblas” ¿Quién puede prometer esto si no es Dios?
Aunque
Jesucristo es Dios, prefiero imaginármelo como “Lazarillo de Tórmes”, porque
Él, y sobre todo nosotros, a veces, nos comportamos con la misma picaresca que el ciego y su lazarillo.
¿Cuántas
veces LO recibimos en la Sagrada Forma
y LO defraudamos porque El espera algo más de nosotros, más atención, más
cariño, más fe, más obediencia y seguimiento al camino que nos pueda marcar?.
LE
estamos engañando con buenas intenciones y promesas, como lo hacía el ciego a su Lazarillo.
También
es verdad que, a veces, Dios, escarmentado por nuestra desobediencia y
tozudez, no tiene más remedio que
meternos por caminos pedregosos y enlodados para que al tropezar, aprendamos y no volver a tropezar.
Jesucristo preguntó: ¿Puede un ciego guiar a
otro? ¿No caerán ambos en el hoyo?
Cuidado con aceptar los consejos y
doctrinas de tantos ciegos visionarios que nos quieren llevar por túneles sin
salidas a lo transcendente.
Si seguimos los consejos de Jesucristo,
no acabaremos en el hoyo.
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