"Me toco el pecho, (Asi empezó mi amigo) y voy intentando
deletrear con el alma.
Lo que dicen los amigos. Lo
escucharé bien, porque todo lo que oiga,
no han de ser sino palabras de generosidad.
Un corazón no es más que eso: un hombre
con una paloma en la mano, que se asoma a una ventana siempre abierta.
La salud o el dolor, los laureles o el infortunio, no son más
que un puro accidente.
El hombre es hombre, sólo mientras abre
la mano y se proyecta hacia el sol que luce siempre al fondo de todas las
brumas.
El sudor y el forcejeo del trabajo, la
penosa gestación de las palabras, el ¡Ay! Que se convierte en un “si”, la
quietud o la soledad que se agitan para entrar en la dinámica del espíritu,
convergen en el vuelo del amor a los hombres que lleva esa impronta divina, que
es la CARIDAD.
Cristiano, así, es un hombre al que
todas las cosas le vibran con la nota más aguda de la esperanza.
Cristiano es el que vive siempre en
proyección hacia afuera y que cuando habla, piensa o actúa, lo hace con el aire
del grano de trigo que vuela en otoño.
Cristiano es el que pasa repicando por
las tremendas agonías de cada hora, porque sabe que la verdad de la superación
es la alegría y la paz infinitas.
Cristiano, en fin, es el que va en vilo
por las calles, los pisos, los talleres, las redacciones, el hospital, el
sanatorio, aunque sea en la cama, pero siempre aupado en la fibra íntima del
corazón, navegando hacia arriba, seguro y recio, como un águila que tiene las
alas inavatibles de un Dios, que eso es la Gracia, y que sabe que en la fuerza
de su plumaje está, a su vez, el ansia mejor de cada uno de los hermanos en la
fe.
Eso, eso sí que es un cristiano, un
testigo del dolor; pero también de triunfo.
“He aquí que por la Cruz nos vino
al mundo la alegría TODA"
Todo esto y mucho más, lo dejó escrito
e inédito y sin corregir mi amigo “LOLO” Manuel Lozano Garrido, que nació en
Linares el 9 de Agosto de 1.929 y murió el 3 de Noviembre de 1.971 y el 12 de
Junio del 2010, el Vaticano certificó que se había producido el MILAGRO de que LOLO
inválido, deformado por completo todo su cuerpo a causa de (espondolitis) y
ciego durante los últimos 10 años de vida y que había escrito y dictado 10
libros y miles de artículos, fue el cronista del amor y convirtió su dolor en
alegría.
“Laín Entralgo, después de haber leído
un de las obras de LOLO, exclamó:
En la vida no hay más que dos extremos:
el suicidio o la santidad. Lolo escogió la mejor, la heroicidad. Estúpida
aparentemente; pero verdadera en su insuperable fondo”
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