Cuenta la Biblia (Nmeros cap.21´) que el pueblo judío murmuraba por el camino contra Dios y contra Moisés, diciendo: “¿Por qué nos habéis sacado de Egipto a morir en este desierto? No hay pan ni agua y estamos ya cansados de un tan ligero manjar como este”
Mandó entonces Yavé contra el pueblo
serpientes venenosas que los mordían y murió mucha gente de Israel. El pueblo
fue entonces a Moisés y le dijo: “Hemos pecado murmurando contra Yevé y contra
ti, pide a Yavé que aleje de nosotros las serpientes”.
Moisés intercedió por el pueblo y Yavé
dijo a Moisés: “Hazte una serpiente de bronce y ponla sobre un asta y cuantos
la miren, sanarán”
Hizo, pues, Moisés una serpiente de
bronce y la puso sobre un asta; y cuando alguno era mordido `por una serpiente,
miraba a la serpiente de bronce y se curaba.
Con este relato queda bien claro que
Dios a nadie obligaba tener que mirar la serpiente de bronce para curarse de
las mordeduras venenosa de las serpientes. Bien fácil se lo puso.
Cuenta el Evangelista San Juan en el
(cap,3) lo que Jesús le recordó a Nicodemo en su entrevista.
“A la manera que Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre,
para que todo el que creyere en ÉL no perezca, sino que tenga la VIDA ETERNA.
¡¡Qué fácil nos ha puesto Dios la
salvación, si realmente miramos como
deberíamos mirar con corazón contrito, humillado y agradecido a Nuestro Señor
Jesucristo Crucificado por amor a nosotros!!
El que no sepa o no quiera mirar de
este modo al Redentor, sepa que las serpientes, muchas veces, lo engañarán y al
final morirá envenenado para toda la ETERNIDAD.
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