¿Quién no se ha dicho alguna vez. Ojalá
hubiese callado?
Porque si al romper su silencio ha soltado una frase hiriente o ha dicho una mentira, su credibilidad caerá en picado.
Porque si al romper su silencio ha soltado una frase hiriente o ha dicho una mentira, su credibilidad caerá en picado.
A muchos se les puede decir:
Calladito estás más guapo. Por la boca muere el pez y en boquita cerrada no
entran moscas.
Todos estos dichos se les
podrían aplicar a muchos políticos, gobernantes y gente común que sólo hablan
por no callar y, a veces, callan cuando deberían hablar y sobre todo actuar.
Obras son amores y no buenas palabras. El que calla, otorga, cuando debería
manifestarse.
Hay que saber administrar bien
los silencios en la vida pública y en la privada.
Un silencio a tiempo evita muchos problemas.
Cualquier discusión se acaba en cuanto uno se calla.
Un silencio a tiempo evita muchos problemas.
Cualquier discusión se acaba en cuanto uno se calla.
Llegó un tiempo en que Dios
rompió su eterno silencio cuando dijo:
Hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza, porque quiso tener unos interlocutores válidos.
Dios habló a su pueblo escogido
a través de sus Profetas; pero prefería tener más intimidad y por eso el VERBO
(o sea la palabra de Dios) se hizo carne y habitó entre nosotros.
Jesucristo predicó durante tres
años y como, a veces, lo que se dice queda escrito en el agua, los Evangelios
son como actas notariales de todo lo que hizo y dijo.
Para que lo predicado por
Jesucristo se vuelvan a convertir para cada uno de nosotros, en unos susurros
cariñosos, deberemos estar callados interiormente y ajenos a los ruidos
externos, para que puedan calar hasta el fondo de nuestras mentes abiertas y
limpios corazones.
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