Creo que muchos políticos, famosos y millonarios, darían cualquier
cosa por poder prescindir de los guardaespaldas, porque aun así, siempre andan
con temor y, sobre todo, privados de la intimidad y libertad.
Todos nosotros, aunque ni lo
creamos ni lo queramos, tenemos un guardaespaldas invisible, que es nuestro
Ángel de la Guarda.
Voy a transcribir el siguiente
relato, escrito por Alex Rosal, publicado en LA RAZON.
“El director de finanzas de una
multinacional, después de una hora de “footing” por los canales que atraviesa
Rotterdam, se topó con una multitud que gritaba con desesperación en lo alto de
un puente.
Un hombre de unos sesenta años
se estaba ahogando y nadie de aquella multitud se tiraba al río para salvarlo.
Nuestro director, Javier
Menéndez Ros, madrileño y con siete hijos, se lanzó al agua, y no sin
dificultades consiguió arrastrarlo hasta la orilla, le salvó. Se llamaba Jacob.”
“Un mes después de este suceso,
ya en Madrid, estando de vacaciones con toda la familia, el pequeño de los
Menéndez, Diego de tres años, se tomó la libertad de tirarse él solo a la
piscina de la urbanización, en un día en que los padres estaban pendientes de
los abuelos y amigos invitados.
Dieguito sin los preceptivos
manguitos, se hundió en el agua sin que nadie se diera cuenta.
Al cabo de unos minutos, el
Ángel de la Guarda de Jacob avisó a Pilar, la madre, que lo rescató del agua.
Todos en la familia Menéndez
saben que el Ángel de Jacob salvó al pequeño de una muerte segura.”
¡Qué alegría nos dará cuando en
el Cielo lleguemos a conocer a nuestro Guardaespalda, sobre todo si aquí en la
tierra, de vez en cuando, nos hemos acordado de él y en él hemos confiado!
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