Pero buscamos compañía como sea, porque la soledad nos tormenta y no
encontramos la adecuada, como sería la de Jesucristo.que también anda
esperando que le visitemos en el Sagrario o acepte nuestra compañía
cuando camina a nuestro lado y si así lo creemos y deseamos
Sepamos cómo la encontró un cartujo:
Con la llegada de la tarde otoñal,
un día más que ha muerto y al monje le queda un peldaño menos para la eternidad
y en espera de tan ansiado momento, ve cómo se marcha cansado el día por el
horizonte de su ventana.
Sale de la celda para dar un paseo
por las alamedas del rió que cruza el monasterio. Un libro lleva debajo del
brazo y la SOLEDAD de la mano; pero que tan poca resistencia le hace al andar,
que ni se da cuenta que no tiene con charlar.
Abre el libro con devoción, no es un
libro de rezos, es la misma PALABRA de DIOS. Se para, no lee. El silencio tranquilo de la tarde se
hace VOZ cariñosa de Dios:
Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida,
Buscad el Reino de Dios y su
justicia y todo lo demás, se os dará por añadidura.
Quien me ve a mí, ve al Padre.
Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón.
Venid a mí todos los que andáis
angustiados con trabajos y cargas yo os
aliviaré.
Dad y se os dará
Yo soy el pan de la vida.
Yo soy la luz del mundo
¿De qué le sirve al hombre ganar
todo el mundo, si pierde su alma?
Yo soy la Resurrección y la Vida.
Mi Padre y yo somos uno.
Si alguno me AMA guardará mi palabra
y mi Padre le amará y VENDREMOS a él y haremos MORADA en él.
El alma le revienta las entrañas y
tan hondo ha entrado la VOZ de Dios, que tiene que sentarse y darse cuenta que
aún está en la tierra
Mete la mano en el agua del río para refrescar
su frente. Sentado y refrescado, se queda absorto en la corriente.
Agua y pensamiento se dan la mano, y así
parejas corren río abajo, una hacia el mar, la otra hacia la eternidad, sin que
las detenga, ni los obstáculos ni lo
temporal: Tan fuerte es la atracción de la naturaleza y de Dios, cuando
voluntariamente no se opone resistencia.
Dios se sienta al lado del monje y
se olvida de todas las maravillas que ha creado, al fin de cuentas, todas han
salido de sus manos; pero el amor que LE tiene el monje es de su propia
cosecha, ni siquiera ÉL lo ha sembrado,
aunque bien es verdad, que si la tierra
no hubiera sido regada con SU sangre, ninguna cosecha podría germinar. ¡Misterios
de tal sementara!; pero que a Dios se le esponja el corazón, cuando uno de sus
hijos LE devuelve lo que un día ÉL le diera sin exigirle la devolución.
Al monje también le tiembla el
corazón al sentir a su Dios tan cerca y saber que acepta de tan buen
grado su poquito de sincero amor; pero que a Dios le parece mucho,
porque sabe
que el hombre para conseguir un grano de AMOR, tiene que cribar mucha
TIERRA.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario