Tomás Moro, que fue canciller de Enrique VIII rey de Inglaterra, y fue condenado en
Ahora que tanto se critica a los
Políticos, a veces con razón y casi siempre por demagogia y no con miras ALTAS,
sepamos históricamente el
comportamiento honrado, inteligente y consecuente con sus creencias.
Para Tomás Moro, JESUCRISTO y su IGLESIA estuvieron por encima de TODO.
Para Tomás Moro, JESUCRISTO y su IGLESIA estuvieron por encima de TODO.
“Viendo que estáis dispuestos a condenarme le dijo Tomás Moro a Enrique VIII.
“Dios sabe como,
quiero ahora, para desahogo de mi CONCIENCIA, exponer de manera clara mi
opinión sobre la ACUSACIÓN
y sobre vuestro ESTATUTO.
Por derecho le corresponde a la
Santa SEDE de ROMA, como PRIVILEGIO
especial que nuestro SALVADOR, cuando aún moraba en el mundo, OTORGÓ a San
PEDRO y sus SUCESORES.
Pero sea como sea: no buscáis mi sangre tanto por esta
SUPREMACÍA, como porque NO he querido APROBAR su matrimonio con Ana Bolena”
El juez leyó la sentencia: Tomás Moro, Reo de alta
traición, debía ser arrastrado, colgado en la horca, amputado en vida de pies y
manos, rajado aún vivo etc, etc.
Moro respondió: “En el "Hecho de los Apóstoles", leemos:
que Pablo guardaba las ropas de los que apedreaban a Esteban; pero hoy AMBOS
son SANTOS en el Cielo, y allí son AMIGOS para siempre.
ESPERO y REZO de corazón que aunque me CONDENÉIS en la
tierra, NOS encontremos para NUESTRA eterna salvación en el CIELO”.
Cuando estaba encarcelado en la Torre de Londres, habiéndosele confiscado todos sus bienes y desoyendo las súplicas de su mujer e
hijas para que CEDIERA, una noche le asaltó una tentación: “¿Colgarme yo?. Por
una parte, está el hecho de que peso demasiado, estoy demasiado gordo, y
correría el riesgo de que se rompiera la cuerda. Por otra, ni siquiera tengo la
cuerda”. Rompió a reír y desapareció la tentación.
He aquí su famosa oración:
“Dame, Señor, una buena digestión y naturalmente, algo
que digerir.
Dame la salud del cuerpo y el buen
humor necesario para conservarla
Dame un alma serena, Señor, que tenga
siempre ante los ojos lo que es bueno y puro, de forma que no me escandalice
ante el pecado, sino que sepa encontrar el modo de ponerle remedio
Dame un alma que no conozca el
aburrimiento, los refunfuños, los suspiros y los lamentos, y no permitas que me
tome demasiado en serio esto tan avasallador que se llama “YO”
Dame el sentido del ridículo. Concédeme
la gracia de entender las bromas a fin de tener alegría en la vida y hacer
partícipes de ella a los demás. Amén”
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