Cuando una ciudad se encuentra sitiada, sin agua, sin
víveres y extenuada por toda clase de enfermedades, no tendrá más remedio que
rendirse y sin condiciones si quieren sobrevivir.
La vida, por muy mala que
pueda ser, siempre debería preferirse.
Si amamos nuestra vida corporal y
espiritual, no tenemos más remedio que rendirnos sin condiciones ante todo lo
que Dios permita que nos sobrevenga, porque, queramos o no, es el dueño de
nuestra vida y siempre lo será para nuestro bien.
¿Quién se atrevería y qué conseguiría
con ponerle condiciones a Dios?
Sólo nos podremos dirigir al TOPODEROSO
con humildes súplicas y con una FE y ESPERANZA inquebrantable en que, como
Padre que es, nos ayudará en los momentos difíciles, que es cuando nos tenemos
que rendir sin pedir explicaciones, solamente ponernos en sus
manos amorosas y esperar.
Estas son sus condiciones, no hay otras que nos
puedan solucionar los problemas.
Recordemos las palabras de Jesucristo
que como Dios dijo:
“Venid a mi todos los que andáis angustiados con trabajos y cargas que
yo os ALIVIARÉ”
Sepamos que dijo que nos Aliviaré y no
que las SUPRIMIRÉ, porque entonces,
¿Dónde sentiríamos su mano
amorosa que nos alivia y ayuda, si de antemano las ha suprimido?
Así actúa su Divina Providencia, no la
nuestra, en la que, siempre queremos que todos los acontecimientos nos vengan
derechos y no torcidos, aunque después comprobaremos que se han enderezado, con
algún sufrimiento; pero posiblemente mejor de lo esperado.
Con sólo CREER y ESPERAR en DIOS sin poner condiciones, la Divina PROVIDENCIA actuará.
Es el pequeño tributo a la Divina Providencia
y el único modo de acordarnos de Dios y ser agradecidos.
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