sábado, 13 de enero de 2018

YO CREERÉ CUANDO UN MUERTO ME LO DIGA.


           Esto que es lo que mucha gente IGNORANTE suele pensar y decir, pero  sería inadmisible en cualquiera que tenga un poco de inteligencia.

          Porque el que así pensara tendría que ver al difunto en persona, de lo contrario tendría que CREERLO si alguien CREIBLE, se lo dijera.

         Para eso sepamos lo que el Evangelio cuenta que cuando el rico Epulón, que estaba condenado, pidió que alguien bajara y le comunicara a sus hermanos lo que le había sucedido a él, para que salvaran,  se le respondió: que escuchen a los profetas, porque tampoco creerían si se lo dijera un muerto resucitado.

         El apóstol Santiago, San Pedro y San Juan, cuando se transfiguró Jesucristo en el Monte Tabor, San Pedro exclamó: “Qué bien estamos aquí”  y todo porque contemplaron por un momento la Divinidad de Jesús.

         San Esteban, el primer mártir de la cristiandad, cuando era apedreado, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús en pie a la diestra de Dios, y dijo “Estoy viendo los cielos abiertos y al hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios”

         San Pablo en su carta segunda a los Corintios cuenta: “Sé de un hombre en Cristo que hace catorce años – si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo tampoco lo sé, Dios lo sabe – fue arrebatado hasta el tercer cielo; y sé que este hombre – si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe – fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir”.

Jesucristo desde la cruz le dijo al buen ladrón: “ Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”

 Santa Teresa estando lejos de donde se estaba muriendo San Pedro de Alcántara, vio cómo entraba en la gloria.

La Virgen de Fátima hizo que los pastorcillos tuvieran una visión del infierno y les pidió que rezaran y se sacrificaran para que no se condenaran tantos.

Se cuenta que San Bruno, fundador de los Cartujos, estando rezando ante el cadáver de un sacerdote, éste se incorporó dijo que no rezaran porque estaba en el infierno y ante tal acontecimiento se retiró a un paraje lejos del mundo  llamado cartuja para hacer penitencia y orar, porque si un sacerdote se había condenado...

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