Voy a transcribir algo de lo que dejó escrito el famoso italiano Vittorio Messori.
“Consideraba el doctorado como
un paso para entrar en la lucha de la vida verdadera y comenzar finalmente a
ver cómo se me daba la cosa en el mercado de la industria cultural y al mismo
tiempo con cierto compromiso político con los partidos de la izquierda laica.
Era un joven de veintitrés años
que no se atormentaba por la búsqueda de una Verdad con mayúscula, en cuya
existencia no creía, y que más bien, la temía como fuente de todo fanatismo y
totalitarismo, era un realista extraño a toda tentación espiritualizante, un
individualista escéptico.
Este joven,- de manera
absolutamente imprevista y ni siquiera buscada - queda deslumbrado por una luz
que lo impulsa irresistiblemente a cruzar un umbral, al otro lado del cual hay
“otro” mundo.
Un mundo en el que lo invisible
se hace visible y sobre el que reina Aquel que es adorado como Salvador y
Redentor por aquellos cristianos, aquellos católicos hacia los cuales aquel
muchacho sólo sentía hasta entonces extrañeza y desconfianza.
Me encontré inmerso en una
atmósfera, que a falta de mejores palabras podría definir como “encantada” y
absolutamente desconocida respecto a todo lo que conocía. Pero aquella
atmósfera no me transportó a las nubes, sino que vino acompañada de una
lucidísima concreción y de una voluntad férrea y con una energía que no conocía
en mí y tuve que reconocerlo, una vez más, que no podía ser SÓLO MÍA.
Fue en resumidas cuentas una,
unión de cosas opuestas, que después conocí, caracterizan la FE a cualquier
nivel. En este caso, la inmersión en una dimensión “mística”, “sobrenatural”,
me sentía en las nubes y al mismo tiempo con los pies sólidamente en la tierra.
Verifiqué también la VERDAD de
las palabras de Jesús:
“He aquí que yo hago NUEVAS
todas las COSAS.”
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