viernes, 19 de octubre de 2018

AMAR A DIOS POR OBLIGACIÓN EN EL CIELO Y A JESUCRISTO EN LA TIERRA POR DEVOCIÓN


            Cuando subamos a la Casa del Padre y nos abrace, sólo habrá  UN AMOR el de Dios y por toda la eternidad. 

           Se nos acabó la tan llevada y traída Libertad.

       ¿Somos conscientes, creemos y sobre todo VIVIMOS la Realidad de que Jesucristo ESTÁ entre nosotros, como uno más?

Si PENSAMOS, si es que lo pensamos de vez en cuando, que Jesucristo siendo DIOS haya tomado nuestra naturaleza, naciendo en un pesebre, siendo tan pobre que no tuvo dónde reclinar su cabeza, y que murió crucificado para podernos abrir, precisamente con su Cruz las puertas del Cielo.

¿No debería surgir en nuestro interior una especie de admiración, gratitud, cariño y devoción y casi obligación para no quedar por debajo de cualquier animal, que demuestra su agradecimiento al amo que lo acaricia?
         
        ¿Cómo nos sentiríamos si alguien nos dijera que estaría dispuesto a dar su vida por salvarnos?
       
        Pues Jesucristo nos dijo:

         “El que como mi Carne y bebe mi Sangre, MORA en MÍ y YO en él”

         Santa Teresa decía que “Dios anda entre los pucheros y que el que a Dios tiene, nada le falta porque Dios solo basta”

         Se cuenta en la vida del famoso Jesuitas Padre Rubio, santo ya, que al subir al tranvía pidió DOS billetes, con la consiguiente mirada del tranviario a no ver más que al padre Rubio. Tal era la intimidad que tenía con Jesucristo.

         Yo sólo puedo decir que cuando PIENSO que Jesucristo está a mi lado, siento que es REAL porque la FE hace estos milagros.
           

         Pero lo más triste, irritante, y contradictorio, es que los que no quieren ni llamarse cristianos odien tanto a Jesucristo que no lo quieran ver ni en pintura.

         ¿Qué pueden temer de un Cristo Crucificado si para ellos es un don nadie?

         El ODIO ciega y empobrece, el AMOR es luz y enriquece.


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