Cuando subamos a la Casa del Padre y
nos abrace, sólo habrá UN AMOR el de Dios y por toda la eternidad.
Se nos acabó la tan llevada y traída Libertad.
¿Somos conscientes, creemos y sobre todo VIVIMOS la Realidad de que Jesucristo ESTÁ entre nosotros, como uno más?
Si PENSAMOS, si es que lo pensamos de vez en cuando, que
Jesucristo siendo DIOS haya tomado nuestra naturaleza, naciendo en un pesebre,
siendo tan pobre que no tuvo dónde reclinar su cabeza, y que murió crucificado
para podernos abrir, precisamente con su Cruz
las puertas del Cielo.
¿No debería surgir en nuestro interior una especie de
admiración, gratitud, cariño y devoción y casi obligación para no quedar por
debajo de cualquier animal, que demuestra su agradecimiento al amo que lo
acaricia?
¿Cómo nos sentiríamos si alguien nos
dijera que estaría dispuesto a dar su vida por salvarnos?
Pues Jesucristo nos dijo:
“El que como mi Carne y bebe mi Sangre,
MORA en MÍ y YO en él”
Santa Teresa decía que “Dios anda entre los
pucheros y que el que a Dios tiene, nada le falta porque Dios solo basta”
Se cuenta en la vida del famoso
Jesuitas Padre Rubio, santo ya, que al subir al tranvía pidió DOS billetes, con
la consiguiente mirada del tranviario a no ver más que al padre Rubio. Tal era
la intimidad que tenía con Jesucristo.
Yo sólo puedo decir que cuando PIENSO
que Jesucristo está a mi lado, siento que es REAL porque la FE hace estos
milagros.
Pero lo más triste, irritante, y
contradictorio, es que los que no quieren ni llamarse cristianos odien tanto a
Jesucristo que no lo quieran ver ni en pintura.
¿Qué pueden temer de un Cristo
Crucificado si para ellos es un don nadie?
El ODIO ciega y empobrece, el AMOR es
luz y enriquece.
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