Aunque es cierto que madre biológica no hay más que una; pero la
vida es muy larga, necesitamos de alguien que nos trate con el desinterés, el
cariño y mimo de una madre.
La madre que nos trajo al
mundo, nos crió, nos cuidó con mimo, fue siempre nuestro más cálido refugio en
nuestros dolores y miedos infantiles y siempre hemos recurrido a ella en la certeza de
que jamás nos abandonaría.
Cuando de mayores nos vemos
en dificultades, solemos decir:¡Madre mía! Viene a mi memoria lo que le
aconteció a un amigo que al sufrir un percance, sólo sabía
decir: mama, mama. Por algo será. Fue la primera palabra que aprendió y, por
desgracia, será la última que pronuncie.
La Santísima Virgen María, es
nuestra madre, porque ha recibido de
Dios la delegación y el privilegio de ser la MEDIANERA de todas las GRACIAS.
Como la fe es creer en lo que
no se ve y esto sabe Ella que es muy difícil, nos lo facilita mediante sus
múltiples apariciones:
En el Pilar, al Apóstol
Santiago.
En Guadalupe, al indio Juan
Diego.
En Lourdes, a Bernardette
Soubirous.
En Fátima, tres pastorcitos y
en otros muchísimos lugares.
No existe iglesia o pueblo en donde
no se venere una imagen de la Virgen. Ningún cristiano que se precie de tal,
deja de recurrir a Ella en sus momentos difíciles.
La Iglesia es también nuestra
madre porque es la que nos engendra a la VIDA de la GRACIA, mediante el
Bautismo.
Esta madre, por desgracia, es
rechazada, vituperada, y calumniada por muchos que, al ver sólo sus defectos y
nunca sus virtudes, la desprecian.
Cuando queremos tener un poco
de paz y tranquilidad y buscamos un refugio cálido, entramos en la iglesia de
piedra por muy fría que sea.
La Iglesia es la barca de Pedro
que jamás se hundirá por muy fuerte que sean los temporales y las olas, que
siempre han existido, existen y existirán, porque “La puertas del infierno no
podrán con ella, y YO estaré con vosotros hasta el fin del mundo”, como nos lo
prometió Jesucristo que es Dios y vive.
Mientras permanezcamos en ella,
ayudándonos de sus Sacramentos, jamás nos condenaremos.
Si el que viviendo dentro de ella, ante las dudas y obscuridades de la fe, quisiera saltar por la borda para buscar nuevas rutas, seguro que se ahogará.
Si el que viviendo dentro de ella, ante las dudas y obscuridades de la fe, quisiera saltar por la borda para buscar nuevas rutas, seguro que se ahogará.
Ojala podamos decir en nuestro
último momento, lo que dijo Santa Teresa de Ávila:
“Muero dentro de la Iglesia Católica”.
“Muero dentro de la Iglesia Católica”.
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