El Santo Padre ha escrito con motivo
de la Cuaresma, una carta de la que voy a intentar hacer un resumen para los
que no hayan podido leerla.
“Comienzo recordando las palabras de
San Pablo:
“Pues reconocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo RICO se hizo POBRE por vosotros para
ENRIQUECEROS con su pobreza (2 Cor 8,9).
Dios no se revela mediante el poder
y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza.
La razón de todo esto es el AMOR
divino y el amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las
distancias.
La finalidad de Jesús al hacerse
pobre no es la pobreza en sí misma, sino – dice San Pablo - para enriqueceros con su pobreza.
No se trata de un juego de palabras.
Es una síntesis de la lógica de Dios del amor, de la lógica de la Encarnación y
la Cruz.
Nos sorprende que el Apóstol diga
que fuimos liberados no por medio de la riqueza insondable de Cristo, sino por medio
de su pobreza
¿Qué es, pues esta pobreza con la
que Jesús nos libera y nos enriquece?
Es precisamente su modo de amarnos,
de estar cerca de nosotros.
La riqueza de Jesús radica en el
hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre.
Cuando Jesús nos invita a tomar su
“yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” para
compartir con EL su espíritu filial y fraterno al convertirnos en el Hijo,
hermanos en el Hermano Primogénito.
Se ha dicho que la única verdadera
tristeza es no ser SANTOS, dijo L.Bloy, y podríamos decir también que hay una
única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Dios sigue salvando a los hombres y
salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los
Sacramentos, en la palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres.
La riqueza de Dios no puede pasar a
través de nuestra riqueza, sino siempre
y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el
Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los
cristianos estamos llamados a mirar las MISERIAS de los hermanos.
Podemos distinguir tres tipos de
Miserias: La Material, la Moral y la Espiritual.
La Miseria Material es la que habitualmente
llamamos POBREZA y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la
persona humana, privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de
primera necesidad.
Frente a esta miseria, la iglesia
ofrece su servicio para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran
el rostro de la humanidad.
Nuestros esfuerzos se orientan a
encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad
humana.
Cuando el poder, el lujo y el dinero
se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa
de las riquezas.
No es menos preocupante la Miseria
Moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado.
Esta forma que también es causa de
ruina económica, siempre va unida a la Miseria Espiritual, que nos golpea
cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor.
Si consideramos que no necesitamos a
Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un
camino de fracaso.
Dios es el único que verdaderamente
salva y libera.
El Evangelio es el verdadero
antídoto contra la Miseria Espiritual: en cada ambiente, el cristiano está
llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido,
que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y
que estamos hechos para la comunión y para la VIDA ETERNA.
¡El Señor nos invita a anunciar con
gozo este mensaje de Misericordia y Esperanza!
Es hermoso experimentar la alegría
de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado,
para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y
hermanas sumidos en el vacío.
Se trata de seguir e imitar a Jesús,
que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja
pérdida y lo hizo lleno de amor.
Unidos a ÉL, podemos abrir con
valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
Que el Espíritu Santo, gracias al
cual “(somos) como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados; pero
poseyéndolo todo (2 Cor, 6, 10) sostenga nuestros propósitos y fortalezca en
nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que
seamos misericordiosos y agentes de misericordia.
Con este deseo, aseguro mi oración
por todos los creyentes.
Que cada comunidad eclesial recorra
provechosamente el camino Cuaresmal.
Os pido que recéis por mí. Que el
Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
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