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Francisca Javiera del Valle, mística analfabeta, de
quien contaré algo de su vida, después de haber leído los siguientes
testimonios.
“Cómo allá… en inmensa y dilatadas
alturas, fue arrebatada mi alma por una fuerza misteriosa y con tanta sutileza,
que así como nuestro pensamiento, en menos de abrir y cerrar de ojos, recorre
un confín con otro confín, allí con esa mayor ligereza me veía allá, en
aquellas inmensas y dilatadas alturas, donde siempre están todos como en el
centro de Dios metidos, vayan donde vayan, recorran lo que quieran.
Siempre se halla en el centro de Dios y siempre arrebatados con su
divina hermosura y belleza.
Porque Dios es océano inmenso de
maravillas y también como esencia que se derrama, y siempre está derramándose.
Y como lo que derrama son las
grandezas y hermosura, dichas y felicidades y felicidades y cuanto en Dios se
encierra, siempre el alma está como nadando en aquellas dichas, felicidades y
glorias que Dios brota de sí.
Es Dios cielo dilatado y por eso siempre
está viendo y gozando nuevos cielos con inconcebible belleza y hermosuras, y
todas estas hermosuras siempre las ve y las goza el alma como en el centro de
Dios.
Y recorriendo aquellos anchurosos
cielos nuevos siempre el alma se HALLA ETERNAMENTE FELIZ”
Francisca Javiera del Valle nació en Carrión de los condes el 3 de Diciembre de 1.856 y murió a los 73 años
en el 1,930 en el convento de Carmelitas de Carrión de los Condes.
Hasta los 24 años llevó una existencia
corriente de muchacha pobre en su pueblo.
Al final de su vida, cuando a
los sesenta y tantos años fue despedida
del taller de costura, perdiendo en silencio incluso su máquina de coser,
proyectó y puso por obra marchar a México con unas religiosas, llamadas de la
Cruz, que regresaban a su país después de haber vivido refugiadas en Carrión de
los Condes.
Las tales monjas al embarcarse sin esperarla, pensó luego irse con otras monjas mexicanas
Concepcionistas Jerónimas; pero finalmente permaneció en su pueblo, sin adoptar
ninguna forma de vida religiosa canónica, y dedicada al cultivo de unas huertas
que hubo de arrendar para vivir.
Si algún día, por fin, son publicados
íntegra y satisfactoriamente los relatos en que
aquella alma refirió los constantes y subidos FENÓMENOS MÍSTICOS de su
vida espiritual, dispondrá la ciencia teológica de su testimonio de la mayor
significación.
Éxtasis, locuciones, visiones,
raptos, repetidos innumerable veces, y sobre todo una práctica habitual y
silenciosa de heroicas virtudes.
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