lunes, 10 de septiembre de 2018

¿CUÁL SERÍA LA VERDADERA FELICIDAD?

        
          Cuanto más nos parezcamos a Dios, ya que somos creados a su imágen y semejanza y por lo tanto hijos suyos, seremos más felices.

Pero como Dios está allá arriba y nosotros aquí abajo ¿Dónde estará el punto de encuentro para imitarlo?

Nosotros conocemos y disfrutamos aquí abajo de las cosas y las personas a través de nuestros cinco sentidos VER, OIR, OLER, GUSTAR y TOCAR.

Sólo podremos conocer y disfrutar de Dios, aquí abajo, mediante la FE que es un SEXTO sentido poco conocido y menos practicado y sin el cual no se pueden DIVINIZAR todo cuanto vemos, olemos, gustamos y tocamos.
.
Si sabemos VER la mano de Dios detrás de todas las maravillas, grandes o pequeñas que nos rodean, ya LE estaremos VIENDO.
   

      Al OLER el inmenso y variadísimo perfume de todas las flores del campo, no podremos ignorar que Dios ha pasado por allí, y así OLEREMOS su reguero.

      ESCUCHANDO la silenciosa armonía del universo y si, a través de cualquier genial sinfonía, percibimos la batuta de Dios, LE estaremos OYENDO.

      SABOREANDO los múltiples sabores de los alimentos naturales o preparados por nuestra sabiduría culinaria GUSTAREMOS de un Dios que tan cariñosamente nos ha preparado tales menús.

Cuando en un día de calor, nos acaricie una suave brisa, o los rayos de sol se posen sobre nosotros en un día gélido de invierno, será como si Dios nos estuviera TOCANDO con su mirada.

Si queremos sentirnos FELICES en la tierra, tendremos que poner los cinco sentidos en todo cuanto hagamos realizándolos como Dios manda.

Porque no podemos ir por la vida VIÉNDOLO todo sin fijarnos en nada y con los ojos muy abiertos para todo lo inmoral y pecaminoso y muy cerrados para no ver con buenos ojos a los demás.

Deberíamos cerrar nuestros OÍDOS a toda crítica o calumnia, para tenerlos bien abiertos a los buenos consejos.

     OLFATEAR todo lo bueno y no meter las narices donde no debamos,

     GUSTAR de todos los manjares sin sibaritismos, glotonería y sobre todo compartirlos con los demás.

    Saber DAR Y RECIBIR las caricias de nuestros seres queridos y no andar SOBANDO  todo bicho viviente.
Leamos lo que un día Jesucristo le dijo a Santa Teresa de Jesús:

“¡Ay, hija mía, qué pocos me AMAN con verdad! Que si me amasen, no les encubriría mis secretos.

¿Sabes qué es amarme con VERDAD?

Entender que todo es MENTIRA lo que no es AGRADARME a MI.

 Con claridad verás esto que  ahora no entiendes, es lo que aprovecha a tu alma”

Puede que alguien piense que es un tanto ridícula la expresión “Ay hija mía” el que Jesucristo, todo un DIOS se la dirija a una de sus hijas amadas.

¿Acaso es ridículo que un padre le diga su bebé abrazándolo: “Estas para comerte”?

No olvidemos que nosotros aunque tengamos cien años, seguimos siendo unos BEBÉS para Dios mientras estemos en este mundo comparado con el tiempo que estaremos ETERNAMENTE con Dios.

Al que no se lo merezca por sus muchos pecados, posiblemente le diría también con ternura y tristeza; Ay, hijo mío, qué lejos estás de MÏ”
.

No hay comentarios: